Con madera de olivo de Getsemaní, con paquetes de legumbres, con tapones de corcho y hasta con chufas de Alboràia. De todos los tamaños, de todos los materiales y de todos los colores, pero siempre con la misma forma: La de la cruz en la que Cristo pronunció sus últimas siete palabras y que representa a la hermandad del Santísimo Cristo de los Afligidos del barrio del Canyamelar.

Desde el pasado lunes y hasta el próximo siete de octubre, esta fraternidad expone en su sede, en la calle José Benlliure 92 una muestra de más de un centenar de crucifijos con la idea de potenciar la imagen de Jesús crucificado, todavía vivo. «La idea nació hace cuatro años, para conmemorar el 125 aniversario de la primera salida del Cristo en la ciudad, en 1825, con motivo del cólera que padecía Valencia. Además, el 14 de septiembre se celebra nuestra segunda fiesta, la exaltación de la cruz y acordamos comenzar este acto», explica José Ángel Crespo, uno de los representantes de la cofradía. Desde entonces, la evolución de esta particular exhibición ha sido notable. «Ha ido creciendo el número de cruces, ha cambiado la disposición de las mismas y se ha producido una mejora constante, ante la cual, la gente está respondiendo». Según los datos de la hermandad, el año pasado visitaron la muestra cerca de 620 personas y este año el optimismo hace pensar que esa cifra se va a superar.

La nueva «Cruz del Hambre»

Pese a la amplia variedad de cruces que cuelgan de los muros del local, la preferida de Crespo es una ancha cruz que se extiende sobre una mesa al fondo del recinto, una conformada por alimentos y que acoger bolsas de comida a sus pies. Se trata de la gran novedad de esta edición de la exposición. «Hay de muy bonitas, pero la 'Cruz del Hambre' es algo diferente, porque es la cruz del siglo XXI», subraya Crespo cuando se le pregunta por su preferida. Bajo esta representación cristiana, la gente que visita la hermandad puede dejar sus aportaciones de comida o donaciones económicas que irán destinadas a Cáritas Diocesana cuando concluya la muestra para que todo sea distribuido en el economato.

«La gente se va a África a ayudar, y está bien, pero se olvida que los que viven aquí también lo necesitan», remata Crespo.

«No nos importa la cantidad»

Al inicio, la mayoría de las cruces pertenecían a los vecinos del barrio, pero ahora la mayoría son de propiedad de José Ángel Crespo. «Las he ido recogiendo y también me van regalando muchas». Entre las «regaladas» de este año se halla un Cristo «roto», hallado en un contenedor de basura por Antonio Díaz Tortajada, prior de la Semana Santa. «Lo hemos dejado tal como estaba, y la gente viene para besarlo en señal de desagravio».

A su lado, lucen cruces provenientes de Bolivia, Jerusalén, Estados Unidos o Polonia entre otros lugares; y cruces bendecidas por el arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, o por el Papa Juan Pablo II. Todas ellas relucen en las mesas y las paredes del señorial local de la hermandad. En total más de un centenar, organizadas por temáticas y materiales. Pero la clave no está en la cantidad, sino en la calidad, según Crespo. «Este año pasamos de 125 cruces, pero lo más importante no es el número. No pensamos en superarnos cada año, sino en que la exposición quede bien», asevera.