Ante las copas en una zanja „o casi„, los clientes de los locales de ocio se muestran resignados. «Es lo que hay, tenemos que aguantar», explica Vicente, que ha acudido a uno de los conocidos «bibliotecafés» del barrio con unos amigos. La inmensa mayoría de los clientes de los locales de ocio del barrio que no son de Russafa acuden a los bares de las calles Cuba o Puerto Rico sin importarles las obras, tal es el nombre que tiene Russafa entre quienes salen a disfrutar de la noche valenciana.

«Seguro que es para mejor, la cosa quedará mucho mejor cuando acaben las obras y se vayan todas las zanjas», explica Raúl, que ha acudido a Russafa con su novia. En el caso de Ilse, estudiante de Erasmus que practica español en una terraza de la calle Puerto Rico, las molestias ocasionadas por las obras son, casi, una atracción más. «En Alemania esto no es nomal, así que intento pasármelo bien», comenta.

Otros, sin embargo, no son tan positivos. No son pocos los que reconocen que no habrían acudido a Russafa si hubieran sabido que había obras o que las mesas estaban «demasiado cerca» de zanjas de más de un metro de ancho. Es el caso de María y sus amigas, a las que se les ve visiblemente molestas en una mesa junto a un gran agujero en el suelo.

Pero no solo los clientes de los bares esperan que terminen las obras y puedan ver la nueva cara de Russafa, con aceras más anchas y más comodas para los viandantes. Los propietarios de comercios, en muchos casos extranjeros, que son toda una institución en el barrio, esperan a la puerta de sus locales, más allá de las zanjas que cruzan planchas de metal, para que quien pasa por la puerta se dé cuenta de que tras las vallas metálicas hay comercios abiertos.

Otra molestia, de la que se quehan más propietarios que usuarios tanto de comercios como de bares es el polvo. Cuando los clientes de los locales de ocio acuden a las terrazas, los trabajos han terminado y pueden disfrutar de su tiempo libre sin la molestia del polvo, pero para quienes pasan horas en sus establecimientos mientras los trabajos se desarrollan en la calle, el polvo es una de las molestias más importantes. Para Ahmed, que tiene una frutería en una calle que aún se encuentra en obras, el polvo es «muy malo». «Tengo que estar siempre limpiando, la fruta se me ensucia, esto es muy malo y son muy lentos, que terminen ya, que estamos perdiendo mucho dinero», asegura, escoba en mano, en la puerta de su comercio.