Con el barrio dividido, San Miguel salió ayer por última vez de la Iglesia de la Virgen de la Fuensanta, en la plaza de Murcia, después de que el párroco, Germán Padín, decidiera expulsar a la imagen del templo debido a la falta de culto de la Cofradía de San Miguel, encargados de la talla, entre otras razones. No hubo cambio de opinión. El arcángel ya descansa en el local de la cofradía, en la calle Escultor Salcillo, a la espera de que mañana el presidente de la cofradía, Antonio Defez, comience las negociaciones con distintos agentes del barrio para encontrarle una ubicación definitiva a la talla.

Así, se vivió ayer el último capítulo de una historia de desencuentros constantes entre párroco y cofrades que ha terminado con una situación sumamente inusual: una talla, consagrada por el anterior párroco, expulsada de una iglesia porque el sacerdote encargado del templo considera que sus cofrades no son suficientemente devotos. Este último capítulo, además, ha dividido al barrio. Por una parte, están los que apoyan a Padín. "No vienen nunca a cuidarla, ni a misa ni nada", explicaba ayer una mujer, al salir de misa, cuando la comitiva del arcángel ya se había alejado del templo. El propio Defez aseguraba, antes de la ceremonia, que él no puede obligar a nadie a que se vista para acudir a la procesión. "Ya ves los pocos que se han vestido, no puedo hacer nada", comentaba, visiblemente apesadumbrado, mientras señalaba a la decena de personas de la cofradía que habían acudido al acto. De hecho, durante la misa, la mayor parte de quienes más tarde participaron en la procesión esperaron fuera.

Por otra parte, se encuentran quienes apoyan a la cofradía y aseguran que el párroco, que lleva tres años en el barrio, no tiene voluntad de diálogo y no entiende a los vecinos. Se repiten adjetivos como "altivo" o frases como que "le cuesta escuchar". Defez no tiene nada en contra del sacerdote, tal como reconoció ayer, pero comentó que le gustaría "más diálogo" con el cura.

La procesión se desarrolló con total normalidad. Fue Defez quien capitaneó la operación de salida de la talla de la iglesia, y quien más tarde recolocó los bancos retirados para que pasara el carro que portaba a la imagen. Al llegar a la sede de la asociación, en la calle Escultor Salcillo, los cofrades aprovecharon para hacerse fotos con San Miguel, quizá retrasando el momento de meterlo en la cofradía. No fue una operación sencilla. Pasaban las 21 horas cuando cinco personas se encargaron de desmontar la talla, separando al arcángel de Lucifer, para que cupiera por la puerta del local. Al fondo del mismo, se había habilitado un espacio donde ya descansa San Miguel, al menos por el momento.