Es un buen momento para pensar en la ciudad. Los que han tenido oportunidad de salir de ella por muchos o pocos días, y los que se han quedado con Valencia moviéndose perezosamente, medio vacía y con el calor pegajoso de un «ferragosto» italiano.

Vuelve y volvemos con los mismos —o más— problemas dejados, con los amigos, vecinos y compañeros de trabajo… «de siempre». Valencia, recupera su ritmo y su realidad, en el vaivén nervioso de una ciudad viva. Ha descansado y ha reflexionado quien ha podido, le ha dado mil vueltas a su futuro quien está en el paro o en su pequeña empresa que no encuentra salida, pero la ciudad llena de gente, de cemento y ladrillo, de coches y autobuses, de colegios y guarderías, vuelve a aparecer ante nosotros y nos lleva a la aventura del día a día por sus calles y plazas. Es el lugar de nuestros sueños y esperanzas, pero a la vez el que mejor refleja lo que somos y lo que queremos ser.

Sus problemas se hacen visibles inmediatamente. No ha cambiado nada. Seguimos con ellos sobre la mesa, las operaciones urbanas en «stand-by», medio hilvanadas unas y añoradas otras con fuerza por la ciudadanía, pero que eran y, son ahora, nuestras asignaturas pendientes:

El futuro del Cabanyal-Canyameral, comprometido por una pugna política eterna y una aún más eterna —si ello fuera posible— prolongación de la Avenida Blasco Ibáñez cuya única justificación ha dejado de ser la «avenida de Valencia al mar» para transformarse al parecer (¿) en el único recurso para dinamizar el barrio.

La antigua dársena del puerto, debatiéndose entre ser un balcón al mar, una marina real o un lugar de esparcimiento de la gran ciudad, con los restos más aprovechables de una Copa del América ya pasada, como son la dársena y la nueva bocana de salida directa al mar, el atractivo edificio Veles i Vents y los chiringuitos-parking-zona verde anejos. La promoción de una nueva centralidad urbana y con o sin su delta verde, el PAI del Grao, exFórmula 1, espacio estratégico donde los haya, con pacto entre los agrandes agentes públicos y privados, está varada. Ahora ya no está la servidumbre del circuito ni de la subsede olímpica.

El futuro del puerto, al margen de sucesivos planes estratégicos unilaterales, ampliaciones (en este momento con más de 3 km mar adentro y otros tantos de frente marítimo) y una ZAL abandonada en medio de la huerta, que se pudiera definir con un acuerdo bilateral entre ayuntamiento y Autoridad Portuaria y que ponga fin a un diálogo de sordos entre dos realidades que se necesitan mutuamente desde el XIX y que hipotecan cualquier visión a largo plazo de eso que tanto gusta en llamar el frente marítimo, nuestro «waterfront», hoy reducido a un hueco entre escolleras, grúas, camiones y casas.

La prolongación de la Línea T-2 de metro por el centro urbano, aspiración de los barrios del Norte y la comunicación con Ruzafa, Nazaret, Moreras y todos los barrios del Sur, a través de dicha línea. El aprovechamiento de esta nueva generación de estaciones para crear intercambiadores de turismo-bicicletas-buses-metro que reduzcan las demandas de tráfico de vehículos por el interior de la ciudad.

La reordenación de la antigua Fe como centro sanitario y al tiempo como oportunidad urbana para la mejora y dinamización del barrio de Campanar. La indefinición del programa asistencial es un problema grave para un contenedor tan influyente en la ciudad.

La finalización del campo de fútbol del Valencia, sea donde fuere y de la forma que quede, ¡menuda herencia!, pero que, en uno y otro lugar (en Avda. Suecia-Avda. Aragón y en Avda. Les Corts) tienen trascendencia urbana y valor de oportunidad para su utilización como otra nueva centralidad urbana de la Valencia del XXI, tan crecida ya y tan alejada de la del XI que generaba alrededor de la Plaza del Ayuntamiento toda su actividad central y concentraba—y aún concentra— en ella todo el sistema de transporte público.

La pacificación del tráfico rodado por el centro de la ciudad, de forma que, sólo los autobuses, los residentes y los comerciantes-y-suministradores lo atraviesen y que la primera ronda (Colón-Guillem de Castro) y las Grandes Vías, no representen una barrera entre sus márgenes; y de forma que los itinerarios Paz-S. Vicente-Ayuntamiento-Mercado y Estación de Madera-Plaza de la Virgen-Reina-S. Vicente-Ayuntamiento-Estación sean ejes de relación, de encuentro ciudadano y paseo tranquilo. Si a ello se añaden peatonalizaciones y carriles bici, habremos ganado el corazón de la ciudad. Con Ruzafa, aunque tímidamente y sin peatonalizar, se está abordando el tema.

La creación de una auténtica red de bicicletas que permita sin discontinuidades ni sobresaltos para peatones ni coches, su uso mayoritario, en una ciudad cuya topografía y clima son idóneos. No se trataría de una dotación deportiva y minoritaria, sino de implantar un sistema de transporte alternativo, para ir al trabajo, de compras o paseo.

La habilitación de pequeños espacios públicos para residentes, con vegetación, juegos y bancos, acogedores y protegidos, en los ensanches (1º y 2º Ensanches, Ruzafa, Quart, S.Vicente, Emilio Baró…), cuyas cuadrículas dejan chaflanes perdidos y padres con niños y jubilados apretados en unos pocos bancos.

Abordar el parque centraltal como se previó en 1988, soterrando las vías, y realizar, como señal clara de su puesta en marcha, la parte del mismo que permitan los terrenos y los medios disponibles, desde luego muy limitados. Se ha invitado a Valencia a la proyectista del mismo K. Gustafson y parece que al menos las 11 hectáreas de parque urbano junto a Ruzafa, eran viables para inaugurar antes de las próximas elecciones. Apuesta por el gran pulmón de la ciudad, en la parte opuesta del otro, el Jardín del Turía, que debe mantenerse sin hipotecar el futuro con edificabilidades que mengüan su superficie y no tienen más interés que el de generar plusvalías para sus propietarios.

Acercar la huerta y nuestros espacios naturales de mayor valor, singularmente la Albufera y el Saler, mediante mercados de productos, itinerarios, actividades de fin de semana, … que familiaricen al valenciano con su entorno

Hay muchas otras asignaturas pendientes, pero ya me daría con el canto en los dientes si fuéramos capaces de aprobar tres o cuatro de las citadas durante el próximo curso. Cortos estamos de presupuesto, pero la mayoría de ellas —y se han escogido intencionadamente— no requieren grandes inversiones públicas. Quizá más que todo, voluntad. Anotemos al margen que para esta entrada de curso, la ciudad y nosotros, tenemos una novedad importante, que hoy apenas calibramos pero que en años posteriores generará problemas y necesidad de propuestas de reordenación nuevas y funcionalmente importantes. Es la puesta en marcha del complejo administrativo de la Generalitat en la antigua Cárcel Modelo, que cambia la política urbanística —basada desde sus inicios en situar sus sedes y reforzar la Ciutat Vella—, llevando al Oeste de Valencia a más de 2.000 funcionarios y los servicios, comercios y otras oficinas que tal presencia va a generar en dicha zona, en un impacto mucho mayor que la Ciudad de la Justicia. Dará mucho que hablar el tema y sobre él volveremos. Buen inicio de curso. Buena vuelta a la ciudad.