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Igual que la palabra Halloween ha suplantado el viejo nombre de la Nit de les Ànimes y los disfraces terroríficos han acabado con el recogimiento acongojante propio de la noche de difuntos, el miedo infantil ha cambiado de protagonistas. Vampiros, monstruos sofisticados y criaturas terroríficas de nombre inglés han sido importadas de la cultura anglosajona y su fábrica de fantasía. Sin embargo, la cultura tradicional valenciana está poblada de espantacriatures que ahora han sido rescatadas en un libro infantil, La Maria no té por, que pretende enseñar a los más pequeños „y a sus padres„ ese antiguo poso de terror en su versión más casera.

Publicado por Andana Editorial y escrito por el prolífico autor Francesc Gisbert (Alcoi, 1976), el libro recupera criaturas extraordinarias y mágicas como el home del sac, el coco más temido por generaciones de valencianos. El profesor Gisbert explica que el hombre del saco „también conocido como saginer, greixer, Miquelot o sangueta„ raptaba a los niños que se portaban mal o vagaban por la calle a deshora. Eran viejos cargados con un saco que quitaban las sabrosas tripas infantiles.

L´home del sac es, probablemente, el ser que mejor ha pervivido en el imaginario popular. Pero de la mitología valenciana se va diluyendo la memoria de seres como el Butoni, un fantasma terrorífico que se llevaba a los niños que lloran por la noche y no duermen, o a aquellos que no se acaban la merienda. Solía entrar por la cerradura de la puerta. Pero en la Safor „donde lo llamaban Botoni„ aún resuena la cantinela «Jo sóc el Botoni,/parent del dimoni./ Abaixe pel fumeral/i, aquella xiqueta que plora/, jo me l´emporte i me la faig/ en suc, suc, suc».

Otro clásico del terror infantil era el Moro Musa, quien según la leyenda fue un rey de la Valencia musulmana que, tras la conquista cristiana, se quedó por estas tierras con ánimo de vengarse. Oculto en la penumbra de cuevas, viejos almacenes y casas abandonadas, el Moro Musa atrapaba a los niños que se colaban en lugares prohibidos.

Disuadir y convencer: ésas eran las funciones de las historias de miedo. Eran, subraya Francesc Gisbert, «un hábil método de coacción psicológica que nuestras abuelas dominaban a la perfección. Cuando un niño se comportaba mal, hacía ascos al plato de lentejas, volvía a casa tarde o no quería acostarse pronto por la noche, alguien le soltaba, con voz de oráculo: "Porta´t bé, o vindrà l´home del sac i se t´emportarà". Y aunque parezca mentira, solía dar resultado», dice.

Por el libro de Andana también pululan otros seres míticos como los gambosins, criaturas voladoras prácticamente imperceptibles, que silban en las noches de viento y atacan a los niños incautos que merodean por donde no deben.

Francesc Gisbert le profesa un cariño especial por su estricta valencianía „no tiene similitudes en otros territorios„ a la Quarantamaula. Tiene tantas pieles como formas puede adoptar el miedo: un gato monstruoso, un caracol despistado, un diablo emplumado. En la Ribera, contaban que la Quarantamaula iba por los tejados, lanzaba una piedra contra las casas para distraer a los adultos, que salían a ver qué pasaba, y entonces se colaba por las ventanas para llevarse a los niños malos.

El cuento infantil La Maria no té por „que llegará a las librerías la próxima semana y que en la web de Andana se vende junto a camisetas conmemorativas de estos monstruos valencianos„ recoge muchas más espantacriatures. Como el Home dels Nassos, a quien antes veían con frecuencia en Algemesí, Morella, Ontinyent o Gandia. Tenía tantas narices como días dura el año. Cada día perdía una hasta quedarse limpia en Nochevieja. Finalmente, el día de Año Nuevo le volvían a salir todas a la vez.

También pululan por las páginas del libro seres como la Bubota, la Cucafera, el Banyeta, brujas como la Vella Pinta, duendes y dragones, las encantades que viven cerca del agua o gigantes como Tombatossals o Arrancapins. Cualquiera de ellos, o de las Urquesses, el Pare Llop, el Flare Flariol, el Tio dels Ossos, el Tio Cuiro, el Papasopes, el Marraco o el Popori, necesitan que los niños les recuerden „y les teman„ para salir de su horrible destierro.