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Mirando al mar

Bilbao: renovarse o morir

La transformación del frente fluvial con cargo a las plusvalías del suelo y con el Museo Guggenheim como buque insignia ha convertido a la ciudad en referente de modernidad

Museo Guggenheim. a.b.

Bilbao ha pasado en dos décadas de ser una ciudad gris, sucia y decadente con una tasa de paro del 25 % a convertirse una urbe de servicios, cosmopolita y moderna que proyecta su imagen al mundo. La transformación del frente fluvial de Bilbao, con el museo Guggenheim como buque insignia, es elogiada por expertos de todo el mundo que la señalan como referente junto con la de la ópera de la bahía de Sidney.

El museo Guggenheim, inaugurado en 1997, ha sido la gasolina de la transformación de Bilbao, cuyo coste total ronda los 7.000 millones de euros, pero no es ni la única gran obra ni la más costosa en términos económicos. El museo se llevó, sobrecostes incluidos, 133 millones de euros, que casi palidecen al lado de los 900 millones que costó limpiar la «cloaca» de la ría, donde en la actualidad se puede nadar y pescar, los mil millones que costó el metro, que lleva el sello de Norman Foster „uno más del amplio elenco de arquitectos estrella que firman la metamorfosis de Bilbao„ o los 600 millones del aeropuerto de Sondika diseñado por Santiago Calatrava.

La transformación de Bilbao no ha supuesto, a diferencia de Valencia, un endeudamiento para la ciudad. La operación consistente en regenerar y urbanizar una amplia franja de terrenos portuarios y ferroviarios liberados por la construcción del puerto exterior de Bilbao se financió casi íntegramente con las plusvalías por la venta del suelo. La ciudad creó un consorcio „Bilbao Ría 2000„ formado por las administraciones local, autonómica y estatal para impulsar el cambio. En vez de dinero cada administración aportó suelo.

Los terrenos portuarios cedidos a la ciudad de Valencia no se venden, de momento. El Consorcio Valencia 2007 los ha sacado en concesión y se destinarán en un 90 % a uso terciario. En Bilbao se pudo vender el suelo para usos residenciales „se construyeron 1.000 viviendas„, hoteleros y de oficinas «porque se desafectó del uso portuario». Un proceso que en Valencia no se ha dado.

«A diferencia de Valencia, el cambio de Bilbao surge no por un deseo de mejorar y un gran evento sino porque la ciudad se moría», explica el teniente alcalde y concejal de Urbanismo de Bilbao, Ibon Areso. «El modelo económico basado en la industria siderúrgica entró en una profunda crisis». «Teníamos una ciudad marrón y un modelo económico que ya no generaba empleo y decidimos cambiar a una ciudad de servicios con un entorno urbano amable», añade Areso, que debido a la enfermedad de Iñaki Azkuna ejerce desde hace meses de alcalde en funciones. Al principio, el ayuntamiento no contó con el apoyo de la ciudadanía. «La gente entonces no se creía nada», apunta. Sin embargo, ahora los bilbaínos presumen del cambio.

Además de los sobrecostes en el museo o los problemas con algunos hitos, como el puente de Calatrava, el renacimiento de Bilbao ha sido criticado por favorecer la especulación del suelo y disparar los precios de la vivienda en la ciudad sobre todo en el barrio de Abandoibarra, donde se han vendido pisos por cien millones de euros. Arosa argumenta al respecto que «teníamos que sacar a subasta los suelos y eso encareció los precios, pero eso sucedió en un contexto determinado [el «boom» inmobiliario] que se dio en toda España».

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