Aveces las respuestas están a la vista y pasan desapercibidas, es lo que está ocurriendo con la gestión de los recursos hídricos en el área metropolitana de Valencia. Dar de beber a más de un millón de personas, atender la demanda agrícola de la fértil vega baja del Turia, y, al mismo tiempo, garantizar la supervivencia del Parque Natural de la Albufera, es, sin lugar a dudas, un difícil reto no exento de tensiones cuando los recursos naturales son escasos.

En este caso, el uso de los recursos no convencionales puede ser la solución para cuadrar las maltrechas cuentas hídricas, y aquí la oportunidad nos la ofrece Pinedo y el resto de las depuradoras de l'Horta Nord y Sud.

El agua depurada que ahora se vierte directamente al mar, sometida a un tratamiento adicional que cumpla con las directrices del Real Decreto 1620/2007, se convierte en un recurso perfectamente apto para el riego agrícola, es lo que se denomina agua regenerada. Para ello se precisa de unas instalaciones especiales, con las que ya se cuenta en esas depuradoras, y de unas conducciones que sean capaces de transportar el agua regenerada hasta el punto de uso, siendo ésta una de las debilidades para que al día de hoy se pueda garantizar el pleno aprovechamiento de este recurso.

Dicho esto, la respuesta al problema planteado no se hace esperar, y consiste en permutar el agua que las comunidades de regantes toman del río Turia, más de cien hectómetros cúbicos anuales, por agua regenerada tratada en las plantas depuradoras que ofrezca absolutas garantías de calidad para el uso a que se destina. El beneficio es evidente, de repente nos encontramos con mucha más agua disponible en el río que bien puede asignarse al abastecimiento de agua potable del área metropolitana de Valencia, reduciendo así su dependencia del Júcar, o bien a satisfacer las necesidades hídricas del lago de la Albufera.

Las dificultades con las que tropieza esta propuesta no son nada desdeñables, por una parte está el coste del agua regenerada, y quién debe asumirlo, pero sobretodo el problema gira en cómo encajar este nuevo equilibrio hídrico que cuestiona el status quo actual entre los distintos usuarios del agua y el medio ambiente. El reto bien merece la pena y debería abordarse con una amplía Mesa de Participación en la que técnicos, usuarios, ecologistas y representantes sociales estén presentes para aportar cada uno sus puntos de vista y entre todos buscar un nuevo consenso social.