La crisis mantiene paralizada la restauración de los frescos de la Iglesia de los Santos Juanes, ubicada en el barrio del Mercat. Esta iglesia de origen medieval es una de las tres joyas que configuran el triangulo de oro patrimonial de la plaza del Mercat y uno de los espacios más visitados por los turistas que llegan a Valencia: los Santos Juanes, la Lonja (siglo XV y Patrimonio de la Humanidad) y el Mercat Central (1910).

La historia de este edificio, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en 1947, siempre ha estado marcada por los incendios, las reconstrucciones y las necesidades perentorias de restauración, por las que lleva bregando el párroco emérito de la parroquia, Gaspar Navarro, desde 1983.

Los años y los incendios provocan que los Santos Juanes hayan necesitado una atención contínua desde 1946, cuando se firmó el primer contrato para iniciar la recuperación de este templo que sufrió en la guerra civil el cuarto devastador incendio de su historia desde que se fundó la iglesia en torno a 1240, según Teixidor. Las últimas restauraciones del edificio estuvieron dirigidas por el arquitecto Juan José Estellés Ceba, ya fallecido, quien redactó un «Informe previo sobre la situación actual y propuestas de restauración de la iglesia de los Santos Juanes».

Aunque nunca se ha llegado a redactar un plan director, bajo la experta batuta de Estellés (en colaboración con José Ramón Tormo Illanes) se pudo intervenir entre 1995 y 1998 en la Torre del Reloj, la fachada de la Plaza del Mercado y en la de la calle Vieja de la Paja. En 2005 también se reabrió la Capilla de la Comunión del siglo XVIII, tras permanecer cerrada durante 70 años y que alberga frescos de Vergara.

La última inyección de financiación al templo de los Santos Juanes se hizo en 2005, tras la firma del convenio para restaurar las pinturas de Palomino, suscrito entre el Ayuntamiento de Valencia, el arzobispado, la Universidad Politécnica de Valencia y las dos firmas patrocinadoras que aportaron 600.000 euros: Aguas de Valencia y la constructora Lubasa.

Antonio Palomino (pintor de cámara de Carlos II) decoró la bóveda y el presbiterio de los Santos Juanes, entre 1697 y 1701, con unos frescos que «representan una de sus obras más ambiciosas» y que representaban en un espectacular mural de 1.200 m2 «la Gloria de la Santísima Trinidad, el Libro de los Siete Sellos con el Cordero, la Inmaculada con la Luna en los pies, los santos titulares, los coros de las vírgenes, los patriarcas, los doctores y los ángeles, santos del Apocalipsis, la lucha de San Miguel con Lucifer y los demonios y, en lugar destacado, Sant Vicent Ferrer». Gracias a la última financiación privada «se han podido recuperar 250 m2 de pinturas que no se habían tocado desde el incendio de 1936», confirma a Levante-EMV Pilar Roig Picazo, catedrática de Restauración de la Politécnica. Si se obtuviera más financiación se podría continuar con los 900 m2 de los fresos que quedan por restaurar, entre ellos la zona tratada por los hermanos Gudiol en los años 50, que la catedrática siempre pone como ejemplo de lo que jamás debe ser una restauración (su técnica consistía en arrancar los frescos conservados y colocarlos sobre paneles de madera contrachapada). «Nosotros seguimos investigando y avanzando, a ratos, porque no podemos estar a tiempo completo», explica Roig, quien también planeó «proyectar» los frescos del ábside, como si fuera un película. La falta de financiación ha frenado en seco todos estos proyectos.

Frescos recuperados con bacterias

En 2011 el equipo de restauradores de la Politécnica dieron a conocer la novedosa técnica de la biolimpieza aplicada a los frescos de Palomino, que consiste en aplicar bacterias («Pseudomonas stutzeri») a las pinturas para «eliminar la materia orgánica y las efluorescencias salinas (sales cristalizadas) que afectaban a las pinturas, sobre todo en los lunetos (los huecos en la bóveda en forma de media luna), según la bióloga, Pilar Bosch, que dedicó su tesis doctoral a este proceso.