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De los tacones de la vecina de arriba al jaleo del bar de abajo

Los dos abogados especializados en defender las demandas valencianas contra el ruido acusan a la Administración de proteger más a los empresarios

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Toc, toc, toc, toc: son los tacones del piso de arriba a unas horas inexplicables para pasear por casa con zapatos de aguja. «Raaaaas»: es la silla de los vecinos arrastrada sin miramiento. «Gooool»: es la banda sonora del estruendoso bar de abajo. «Buuuuuu»: es el zumbido perenne de los aires acondicionados de la finca o de los ascensores mal insonorizados. Y hoy, Día Internacional Contra el Ruido, se podrían añadir otras contaminaciones acústicas cotidianas como las obras inacabables en la vía pública, un perro ladrador en una vivienda próxima, un casal fallero en la misma calle, un resalto para coches justo al lado del dormitorio en una silenciosa calle de adosados, un campo de tiro cercano, la cocina de un hotel al otro lado de la pared, un transformador eléctrico en la planta baja del edificio con su runrún constante, un músico que ensaya muy reiteradamente y a deshoras€

Son todo ejemplos reales de quejas que han llegado a los despachos de los abogados valencianos Raúl Burgos y Andrés Morey, representantes en la Comunitat Valenciana de la asociación española Juristas contra el Ruido. Ellos dos asumen la mayor parte de las denuncias valencianas por motivos de ruido. Son, en cierto modo, los guardianes contra el ruido, una lacra que atenta contra un derecho fundamental de la Constitución regulado en el artículo 18: el derecho a la intimidad, que la jurisprudencia ha hecho extensivo a la intimidad del domicilio en supuestos en los que se produce una agresión ambiental, ya provenga de ruidos u olores. Pero no siempre puede demostrarse y no todas las batallas se ganan.

«Hay algunas que no se pueden acreditar de ninguna forma. Los vecinos que a veces montan fiestas, los ruidos cotidianos de tacones a altas horas de la madrugada, sillas o música a tope€ No puedes tener un técnico en tu casa esperando a que se produzca esa molestia porque el coste es muy alto. Y cuando la policía va, si va, ya ha desaparecido el incordio. Los ruidos vecinales aleatorios son muy difíciles de acreditar», lamenta Raúl Burgos. Cuenta que las molestias de bares, pubs o aparatos de aire acondicionado y ascensores en obra nueva son las más frecuentes y las más fáciles de combatir.

Fáciles entre comillas. Porque, según subraya Andrés Morey, las administraciones y la regulación tienden a proteger más a las empresas que a los vecinos en esta materia. «La neutralidad en la Administración brilla por su ausencia.

Los ayuntamientos se ponen del lado del infractor por amiguismo o por la presión de los empresarios, y porque temen que se les demande si no cumplen las ordenanzas». Morey, que recibe un caso nuevo de demanda por ruido cada semana, insta a los ayuntamientos a que sean «más neutrales y que actúen con mayor celeridad» al tratarse de un derecho fundamental.

Un retroceso normativo

El abogado pone un ejemplo de retroceso en la protección de los ciudadanos. «Antes, el procedimiento de revocación de un local si no cumplía la legislación en esta materia era un procedimiento administrativo sumario. Es decir: se cursaba de una forma muy rápida. Ahora ya no es así. Desde 2010, la nueva Ley de Espectáculos Públicos de la Generalitat „por presiones empresariales„ concede oportunidad infinita a los locales. Con la sola promesa del dueño de rectificar el problema, se archiva el procedimiento de cierre del establecimiento. Así, hasta el infinito. Por eso, yo ya no utilizo ese procedimiento. Ya vamos directamente por la vía civil por vulnerar un derecho fundamental: que no te metan en casa algo que tú no deseas, en este caso, ruido», dice Morey.

Y los efectos no son menores. Ansiedad, insomnio pese a las pastillas o los tapones, afecciones fisiológicas como manchas en la piel por el estrés o incluso, como le ocurrió a una clienta alicantina de Raúl Burgos que soportó una obra pública junto a su casa, los temibles acúfenos: un zumbido constante e incurable en el oído. «Que la gente se conciencie: nadie se gasta el dinero en abogados y medicinas porque sí. El ruido es un problema», esgrime Raúl Burgos. Aunque a veces no haya solución.

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