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Los mayos, fiestas de la fertilidad

Desde el día de San Sento Ferrer como dicen en lengua churra, más bien lengua aragonesa hasta el domingo 4 de mayo, Chulilla vive gozosamente sumergida en sus fiestas de bienvenida a la primavera, «la ainramá».

Este fin de semana primero de mayo es la apoteosis. El sábado por la mañana se va al río, el Turia, que riega generoso sus huertas, a buscar ramas de chopo con que adornar los carros y las casas de las mozas y niñas que hayan salido elegidas Obreras y Floreras, y las que han de montar las grupas en la romería a la Virgen de la tarde por las calles del pueblo, que concluye en la plaza con el baile de la jota, entre mayorales y obreras entrantes y salientes, al son de rondalla, pues Chulilla se jacta de tener jota propia.

En la medianoche, al romper el nuevo día, en la plaza de la Iglesia comienza el Canto de los Mayos, coplillas donde se repasa con fina ironía los aconteceres más importantes de la población a lo largo del año, donde hay bula para meterse con todo, hasta con la que no barre el trozo de su calle nunca o a su debido tiempo. Vivir esta experiencia de los Mayos en Chulilla es impagable. Posteriormente, los mayorales ofrecen a todo el pueblo y visitantes una degustación de las pastas típicas del pueblo, acompañadas de vino rancio y mistela.

El domingo por la tarde, torres humanas intentarán conseguir jamón y pan que cuelgan de una cuerda, antes era un pollo, como premio para el grupo que los consiga. Finalizado el acto las obreras ofrecen reguiño y chocolate para todos los presentes.

En Chulilla dicen, con rigor, que son las fiestas más antiguas del pueblo. Los Mayos o Fiestas de los Mayos son celebraciones primaverales, que en muchos lugares son celebradas el primer domingo de mayo, originariamente dedicadas a la primavera y a la diosa de la fertilidad, la Bona Dea, también conocida por Maya, de ahí que al mes más primaveral le llamemos mayo, que ya celebraban fenicios y griegos y que a Chulilla llevaron los romanos, quienes descubrieron y utilizaron sus ricas aguas termales.

Estas fiestas a la diosa pagana de los romanos fueron asumidas por el cristianismo que las bautizó y les sustituyó la dedicatoria religiosa que en Chulilla son para la Virgen y san Vicente, y en no pocos pueblos cambiaron los palos de los tótems de las antiguas divinidades por el madero de la cruz, la Cruz de Mayo.

Y así ha llegado la fiesta de los mayos hasta nuestros días, fuertemente enraizada en los genes de la antropología de un pueblo, que en lo esencial de la materia festiva, no cambia. Como si fuera ley de vida, de todas y cada una de nuestras respectivas biohistorias. Como una necesidad justa y reclamada, exigida para el diario vivir.

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