La empresa fabricante de la caja registradora de eventos, o caja negra, de uno de los trenes implicados en el accidente del metro ha confirmado a la jueza que investiga el accidente que los datos no se borran al leerlos. También ha confirmado al juzgado que, para eliminarlos, se deben borrar expresamente, según consta en el escrito aportado a la causa para esclarecer los detalles del accidente del 3 de julio de 2006 que provocó la muerte a 43 viajeros de Metrovalencia.

El representante de HaslerRail AG en España, fabricante de la «máquina registradora Teloc 2.200» (la instalada en el tren que volcó, la UTA 3736) confirma al juzgado que «el Teloc 2.200 no pierde los datos internos después del volcado de los mismos». No obstante advierte de que «existe la posibilidad de borrar los datos internos tras hacer el volcado, pero esta opción depende de la decisión del operador del tren».

Esta nueva información desmiente y deja a los pies de los caballos al jefe de talleres de Valencia Sud en 2006, Luis Domingo Alepuz, (el directivo que inició las declaraciones de FGV en calidad de testigo, aunque la jueza no descarta su imputación). El jefe de talleres fue quien extrajo e insistió en leer la caja registradora de eventos de la UTA 3736, la madrugada del 4 de julio, en los talleres de Valencia Sud y sin presencia judicial, aunque en la comisión de las Corts sobre el accidente dijo que «la caja negra se leyó a requerimiento de la policía científica». En ese momento tan importante y delicado para obtener la principal prueba del accidente del metro sólo estuvo presente un policía nacional, que nunca había asistido a la lectura de la caja negra, según admitió cuando declaró ante la jueza. El agente se negó a firmar el acta que redactaron los directivos de FGV presentes en la lectura porque, admitió en el juzgado, «no puedo dar fe de que lo que consta en el acta puede, o no, corresponder con la realidad».

La caja registradora de eventos de la UTA 3736 se trasladó a FGV, se colocó en otro tren para extraer los datos con un ordenador portátil (sólo se podía leer así, según Domingo Alepuz, aunque un trabajador de talleres también desmintió en el juzgado este dato) y se grabaron en un disquet que se leyó en otro ordenador. El policía que asistió a este proceso sólo hizo fotos de la pantalla del último ordenador en el que se leyeron los datos. El policía sólo se llevó esa madrugada a la Jefatura Superior de Policía el disquet con los datos, ya que la caja negra se quedó en FGV, sin precintar, aunque la Policía Científica sí que recogió la caja registradora de eventos unos días después.

Tras esta poco protocolaria lectura de la principal prueba del accidente del metro, que también se hizo sin respetar ninguna cadena de custodia legal, el jefe de talleres de Valencia Sud, Domingo Alepuz, aseguró a los agentes de la Policía Cientifica que «durante la transferencia de datos, por cuestiones técnicas de estos aparatos, ha conllevado el borrado de los mismos», según consta en el informe policial sobre el siniestro. Una información que en la primera instrucción nunca se comprobó y que la fabricante de la caja registradora de eventos desmiente tajantemente ocho años después.