Más de 120 años de historia contemplan la Batalla de Flors, la fiesta con la que culmina la Fira de Juliol de Valencia y que por sí sola ha sido capaz de auspiciar el nacimiento de una pequeña pero prestigiosa industria valenciana de carrozas. Nombres como los de Sánchez, Azpeitia, Palanca, Burriel, Guaita o Demets, por citar algunos, están considerados los mejores artesanos de la carroza en España. Reclaman sus trabajos en ciudades de toda la geografía nacional porque su producto es de los mejores. Los carroceros valencianos heredaron los métodos de los artistas falleros y, precisamente eso, es lo que marca la diferencia.

Muchos artistas falleros comenzaron a decorar las carrozas de la Batalla de Flors a principios del siglo pasado. Los trabajos fueron creciendo a nivel artístico hasta que durante los años posteriores a la Guerra Civil Española muchos de estos maestros falleros dejaron sus trabajos de origen para concentrarse en la elaboración de carrozas.

La época clave para la consolidación de la industria carrocera valenciana estiba entre los años cincuenta y sesenta, paralelamente al auge que vivió la fiesta de la Batalla de Flors. Más tarde, en los ochenta, los artesanos valencianos dieron un importante salto, cuando sus trabajos fueron reclamados por ciudades de toda la geografía española.

¿Por qué los valencianos son un referente nacional? Antonio Sánchez Navarro, artesano carrocero desde los 18 años, explica que es una cuestión de calidad. «Lo que veo por ahí en otras ciudades es que los acabados valencianos no tienen rival. Somos artistas falleros de origen, por lo que el acabado de las fallas lo trasladamos a las carrozas. Lo que puedes encontrarte por ahí son acabados más de batalla. Una pieza que el resto de España tardan quince días en hacer, a nosotros nos cuesta treinta. Tal vez ellos meten más volumen, tal vez nosotros le ponemos menos, pero nuestros acabados son mejores, con más nivel artístico», asegura.

Sánchez Navarro añade que también la concepción de sus carrozas no tiene nada que ver con la de otras áreas de España. «Nuestras carrozas tienen mucha más composición; el resto suelen ser piezas dejadas de caer y ya está. Nosotros pensamos mucho en la tripulación, en si van subidos chicos o chicas. Se mira mucho la colocación de la gente que va encima, como falleras mayores, reinas de fiesta€ Y ellas tienen que lucirse, como es lógico. Hay que hacer que la carroza no pierda protagonismo y que cuando suban las chicas se engrandezca», recalca.

Algunos de los talleres todavía se mantienen en la ciudad del artista fallero en Benicalap, pero otros muchos decidieron buscar naves industriales más grandes para seguir creciendo. La crisis ha hecho mella en un sector con gran dependencia del sector público. Pese a ello, los carroceros valencianos mantienen a flote tras adaptarse a los complicados nuevos tiempos. «Si miras el futuro, y teniendo en cuenta esta crisis, nuestra viabilidad es complicada, lo ves todo negro, pero esperamos que la cosa mejore», explica Antonio Sánchez. Entre las tecnologías que ha incorporado el sector destaca la llegada de las impresoras 3D, una buena aliada para el futuro.