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Instalaciones deficientes

El paso olvidado de Valencia

Los usuarios denuncian la degradación del túnel de Gran Vía, con una terrible accesibilidad que provoca accidentes

El paso olvidado de Valencia

«Parece mentira que un túnel como éste siga así, no es digno de esta ciudad». Luis es uno de los vecinos que diariamente usa el paso subterráneo que une la Gran Vía Germanías con Ramón y Cajal. Como otros muchos usuarios, se avergüenza de que ese paso inferior siga siendo uno de las principales vías de comunicación de la ciudad. Fue construido hace 52 años y parece que siga anclado en aquellos tiempos. Su peligroso ángulo lo ha convertido en uno de los históricos puntos negros de la ciudad para el tráfico, pero además cada día se suceden pequeños accidentes de peatones que resbalan por sus viejos y desgastados peldaños o son víctima de alguno de los charcos que se forman en su extraño suelo de azulejo, una pista de patinaje en toda regla.

Cruzar el túnel de la Gran Vía es probablemente una de las experiencias más ingratas para el turista, el vecino o el ocasional usuario. Primero hay que agarrarse bien a la barandilla de las bocas de entrada.Las escaleras son traicioneras y pese a los constantes accidentes, el Ayuntamiento de Valencia no instala ni una mínima tira antideslizamiento. «Esta mañana se ha caído un señor mayor, que se ha resbalado. Suele suceder a menudo», constata Mónica, que trabaja a la salida de la boca que da a la Gran Vía Germanías.

Los minusválidos ni siquiera tienen la oportunidad de bajar, no hay acceso habilitado. Los ciclistas cuenta con una pequeña rampa estrecha para colocar las ruedas de sus bicis y hacer equilibrios mientras descienden. La mayoría prefiere cargarla al hombro y «pasar» del invento.

Una vez dentro, la preciosa luz de Valencia desaparece para hacer del paseo una travesía triste, oscura y ruidosa. Miles de coches usan el paso inferior, al igual que cientos de peatones, pero los viandantes están en clara desventaja. Respiran el peor aire de la ciudad y aguantan el constante acelerar de los motores. Ni siquiera ir con auriculares te libra del infierno.

La obra además sufre filtraciones constantes. Los charcos son habituales, lo que unido a su pavimento con pequeño azulejos, convierte el paso en una zona llena de trampas. Cruzar y salir sin que el calzado se inunde no es fácil. Teresa, una vecina de la calle Uruguay, asegura que el túnel no está especialmente sucio, a pesar de que no encuentras papeleras en toda la travesía inferior. En temporadas como en fallas la suciedad sí suele acumularse a los lados del paso. La contrata municipal se emplea a fondo para pintar los grafitis que aparecen de cuando en cuando en sus paredes.

En los últimos años los vecinos y usuarios han denunciado en reiteradas ocasiones que el túnel tampoco es un lugar seguro, especialmente por las noches. La escasa luz no ayuda. Contrasta la generosa iluminación de la estación del metro Bailén, con la pírrica presencia de focos del propio paso inferior.

La construcción de la estación subterránea del AVE lo iba convertir en una avenida a ras de suelo del futuro Parque Central y el problema del túnel de Germanías se iba a terminar. Sin embargo, la estadio provisional de Joaquín Sorolla soterró aquella remodelación «sine die».

El paso de los años avanza rápido para las decadentes instalaciones del subsuelo de la Gran Vía, que no se han adecuado a los tiempos que una ciudad moderna requiere. «El túnel necesita un lavado de cara grande urgente si va a seguir así. Los accesos son terribles; tienen que hacer algo para mejorarlo», reclama de nuevo Luis. Y como él, cientos de personas que, diariamente, necesitan pasar de un lado al otro de la ciudad por este triste paso.

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