El campus de Tarongers de la Universitat de València comienza a normalizar una estampa que viene repitiéndose desde que comenzó el curso hace unos días: estudiantes resguardados del sol comiendo los guisos de sus tarteras en la calle. Como adelantó el martes Levante-EMV, tres cafeterías universitarias de este campus, regentadas por la misma empresa, han echado el cierre por la acumulación de deudas con trabajadores, proveedores, Hacienda y con la propia Universitat de València en concepto de cánones.

La cafetería cerrada del aulario norte no se abrirá de momento. La del aulario sur, está siendo reformada para habilitarse como «zona tupper», con máquinas expendedoras y microondas. Y la de Magisterio ya ha sido reabierta pero sustituida por una sala con 2 máquinas de bebida, 2 de cafés, 4 de comida precocinada y bollería, y una más de hamburguesas y sándwiches, además de 6 microondas.

Las quejas de los universitarios

«Esto fomenta la comida basura, no puedes comerte ni una ensalada...», se queja Carmen, alumna de un curso de la UV, sentada en esta nueva sala de Magisterio. «A saber qué hamburguesas salen de ahí», lamenta su compañera Pepa. «La comida está malísima, aunque la bebida de las máquinas es más barata», comentan estudiantes de esta facultad, que afirman que ahora se ven obligados a llevar sus propias fiambreras. Mientras, un vigilante cuida que todos los aparatos funcionen correctamente.

De camino hacia la facultad de Derecho y Económicas, varios universitarios comen bajo la sombra los guisos de sus tarteras, en bancos o en el suelo. «A ver si abren pronto la sala del aulario sur, porque si no... Aunque sea que abran un chiringuito, porque lo de comer en la calle...», dice Azucena, estudiante de ADE, que asegura que no se va a la «zona tupper» de Magisterio porque no le da tiempo a ir, comer y volver para la siguiente clase. Otros, toman algo en la calle comprado en la cafetería abierta: «ahora las que quedan abiertas no tienen ni un hueco libre, así que nos hemos venido aquí», cuentan Miguel, José Alonso y Marga de ADE y Recursos Humanos. Precisamente, los afortunados que sí han conseguido sitio en uno de los establecimientos abiertos, también se quejan. Es el caso de Arancha y Felipe, de 4º de ADE: «se forman unos líos increíbles. Viene muchísima gente».

Concurso desierto

Desde la Universitat de València afirman que la empresa concesionaria entró en concurso de acreedores, por lo que hicieron convocatoria pública para que otra entidad se hiciera cargo. No obstante, el concurso quedó desierto porque la empresa que entre a regir estos establecimientos debe hacerse cargo de la deuda. Según la UV, deben dinero a la universidad, a Hacienda y a la Seguridad Social. Por tanto, la solución «provisional», dice la institución académica, es habilitar espacios y colocar máquinas y microondas.

Por su parte, el administrador de la citada empresa aseguró ayer a Levante-EMV que él estaba «dispuesto a seguir» pero que la UV le comunicó en abril que iban a convocar nuevo concurso para renovar la concesión.