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La mirada del jueves

El bautizo del Pont de l'Assut de l'OR

El bautizo del Pont de l'Assut de l'OR

Ramón Pla cuando era agricultor, cultivaba unas tierras arrendadas que había precisamente donde hoy se levanta la Ciudad de las Artes y la Ciencias, y las regaba con agua de la Acequia de l'Or. Era un hombre inquieto y muy simpático. Apasionado seguidor del Valencia Club de Fútbol. Se interesaba por todo lo relacionado con el campo y el agua. Detestaba la manipulación y la mentira . «Hay suficiente agua de calidad para regar el campo», repetía una y otra vez.

Le llamó mucho la atención la construcción del nuevo puente sobre el viejo cauce del río que tan bien conoció. Como cualquier jubilado, vigiló día a día la marcha de las obras. Leyó una y mil veces el cartel explicativo que la empresa constructora ubicó junto a las obras, «Obras de construcción del Puente de Serrería». No estaba en la calle Serrería, ni de cerca, nada tenía que ver con esa calle. Ese nombre no estaba bien elegido, temía que se quedara para siempre .

De su época de juventud, de cuando era agricultor, quedaba una pequeña edificación, el azud de la Acequia de l'Or, testigo fiel de lo que fueron esas ricas y fértiles tierras de la huerta de Valencia, hoy desaparecidas. Todavía puede verse esa pequeña construcción, lo que queda del azud que represaba las aguas de la acequia para regar las parcelas de huerta que allí se cultivaban.

Decidimos proponer a la Comisión de Cultura del Ayuntamiento un nombre que recordara lo que significó esa acequia y ese lugar. Por unanimidad la comisión aprobó que el nuevo puente que había diseñado Santiago Calatrava y que se construía sobre el antiguo cauce del río, se llamara Pont de l'Assut de l'Or.

Un día Ramón se alarmó. La primera autoridad municipal, que había acudido a visitar las obras del puente, paseando entre vigas, losetas y mallazos, exclamó: «Este puente podría llamarse el puente de la Fórmula 1». Tal vez no recordaba, o quizás no supiese, que el puente ya tenía nombre oficial. Cuando Ramón la escuchó por la radio un sábado por la mañana, no daba crédito a lo que oía: ese puente ya había sido bautizado y tenía su nombre oficial. Con el paso de los años, cuando el impacto de los llamados «Grandes eventos» ya no despierta entusiasmo popular , ha resultado ser una buena idea que el nombre elegido nos traiga a la memoria a honrados y sacrificados agricultores que vivían de su esfuerzo con una humildad y dignidad, de la que carecen los que se han enriquecido fraudulentamente con la excusa de la Fórmula 1.

El día de la inauguración del puente Ramón se vistió de domingo, llevaba su insignia de oro y brillantes del VCF en la solapa. Observaba a la comitiva de las primeras autoridades con curiosidad.

A pesar de no tener demasiados estudios era muy decidido, sin complejos, seguro de su hombría de bien. Con discreción y determinación se fue a la primera fila, mientras el arquitecto de Benimàmet le explicaba al Presidente Francisco Camps las dificultades de su construcción, seguro que del trencadís, que tanto daría que hablar, no le comentó nada entonces, ni corto ni perezoso Ramón le dijo al arquitecto Calatrava: xiquet tu fas ponts i jo els batege.

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