­Desayunos, almuerzos y una carta sencilla pero muy apetitosa. Eso, y un menú para mascotas ofrece «Snack Attack», un bar-terraza en la calle La Escolanía de la Mare de Déu, 3. El establecimiento, propiedad de Eduardo Galván, tomó la idea de Japón, donde funcionan este tipo de iniciativas, pero que en Valencia es pionera. «Venía mucha gente con perrito, así que empecé ofreciendo agua y unos premios „ aperitivos de carne„», explica Edu sobre los orígenes de tan singular apuesta. De ahí a estudiar la rentabilidad medió un paso. «Ví cómo podía sacarle partido y encontré mucha aceptación», explica este enamorado de la gastronomía que antes de tomar las riendas de su propio negocio estuvo trabajando como encargado de sala en El Tossal. Ahora en su local, en la carta canina figuran patés de distintos sabores „ carne con leche es uno de ellos„, que los «clientes» de cuatro patas pueden saborear «desde una coqueta alfombrita».

El recinto tomó el nombre del anterior negocio, dedicado a los snacks, tal como apunta Edu, quien destaca el cuidado que pone la casa en todos sus servicios. «Está todo elaborado con productos muy sanos, caseros, sabrosos y una presentación estupenda, pero todo a precio de bar», defiende. A la pregunta de cómo reciben los que se acercan a una de las cuatro mesas de Snack Attack el precio de la comida «perruna», contesta raudo: «Eso tiene que valorarlo uno mismo, pero yo digo que para un animal que te hace tanta compañía y te da todo...». Edu sabe de lo que habla, pues tiene un Westy que responde al nombre de Maxwell o Max, para el que toda atención le parece poca. «Por internet ví que en Japón era algo que empezaba a ponerse de moda, y la verdad es que está funcionando muy bien», comenta Edu.

«El objetivo era proporcionar a los perros y sus dueños un lugar donde pasar un rato juntos, sin las restricciones que hay en restaurantes y cafeterías, donde la entrada con animales está prohibida por motivos de higiene», recuerda. En este caso, y al tratarse de una terrazita exterior, no hay ningún tipo de problema. El perfil de la clientela responde sobre todo a gente del barrio, de oficinas próximas y también mucho extranjero, pues a unos pasos están la Basílica, el Micalet y todo el centro histórico. Y para anécdotas, la fidelidad de un gran danés «que arrastra a la chica que lo pasea hasta la puerta del Snack Attack».