La vivienda de Ángel Escudero se encuentra en la periferia de Benimàmet, junto a las antiguas vías del tren que fueron desmanteladas hace unos pocos años. El pequeño piso está incrustado en la planta baja de uno de los bloques de la calle Pintor Orrente. Este grupo de fincas fue clasificado en 1989 zona verde y una de sus ramificaciones está sobre un espacio reservado para vial urbano, lo que en el futuro será un parque lineal y ya tiene nombre, Miniaturista Meseguer. Esta tipificación del suelo ha provocado que sea muy difícil la venta de estas casas que se van degradando según sus propietarios fallecen. Hasta que la vida útil de estos edificios se acabe y sean demolidos para la creación de un parque o un espacio para el disfrute, como ya hay al norte de esta pedanía.

Este nativo de l'Alcúdia compró hace unos meses su actual vivienda en la calle Pintor Orrente a Ibercaja por una hipoteca de 32.960 euros más otros 6.100 para hacer una pequeña reforma. Ángel quería empezar una nueva vida con su mujer y sus hijos de uno y dos años y la niña que llegará en marzo. Pero por una casualidad de la vida tras acompañar a un amigo al Ayuntamiento de Valencia descubrió que el banco le había vendido «sin saberlo» una vivienda cuyo uso es zona verde, es decir, sobre el que prácticamente no podrá hacer nada y cuyos vástagos podrán ser desalojados en cualquier momento si el consistorio decide actuar sobre esa zona.

«Me han estafado», denuncia Ángel, mientras enseña los papeles que le entregó el banco para la compraventa y donde fija que el uso del suelo de su vivienda «es residencial». Mientras, un informe de circunstancias urbanísticas del ayuntamiento señala claramente que la casa de Ángel y otros cuatro edificios colindantes se encuentran en plena zona verde, decretada en el Plan General de Ordenación Urbana de 1989 y que no ha sido modificado en los cambios aprobados la semana pasada.

Ángel asegura que no es el único vecino que compró una vivienda en esta zona sin conocer su verdadero uso y añade que está estudiando denunciar al banco. «Quiero que me devuelvan el dinero y que se queden con la vivienda», asegura y afirma: «En estas condiciones, cualquier día me tiran y me quedo con una mano delante y otra detrás».

Con el paso del tiempo, 25 años desde su nueva catalogación, y la falta de expectativas de los terrenos, la zona se ha ido degradando. A pocos metros de su bloque de vivienda hay cuatro casas que no han resistido el abandono y han sido tapiadas. En otra, han arrancado hasta los barrotes de hierro de las ventanas para venderlos como chatarra. «Esto está hecho polvo, nadie quiere un piso aquí. En esta zona han vendido pisos por 12.000 euros, pero sabrían que era zona verde. Por eso es tan barato», explica Ángel, que sentencia: «Si lo hubiera sabido no lo habría comprado».

Buscará otra vivienda

Este joven asegura que buscará otro piso «donde podamos vivir» o que regresará a su pueblo natal si hace falta, pero se siente estafado por la entidad y ya se ha buscado un abogado. «En el banco me dicen que es una zona consolidada y que ellos no lo sabían», apunta.

Expertos en urbanismo y conocedores del caso de Ángel explicaron que el vendedor de cualquier inmueble «debe avisar si está fuera de ordenación», como es el caso de la vivienda de Benimàmet. «Cuando dejas una parcela fuera de ordenación no puedes hacer reformas estructurales y el ayuntamiento tampoco te da licencia de obras», argumentan. Las administraciones se esperan al final de la vida útil de este tipo de edificios, expropian si necesitan los terrenos o es posteriormente un agente urbanizador el que gestiona el terreno si se aprueba un PAI. Aunque el piso de Ángel siempre será zona verde.