­«Andar con tacones por la plaza de la Virgen en un día de lluvia es muy complicado. Tienes que ir con mucho ojo para no sufrir un resbalón», cuenta Rosa, que trabaja en unas oficinas próximas a la Basílica y la Catedral. De hecho, no fueron pocos los que, durante la pasada ofrenda a la patrona, vieron a las falleras hacer auténticos equilibrios para no dar con sus huesos contra las baldosas de la plaza. A la pregunta de si consideran que las aceras de Valencia con peligrosas cuando caen cuatro gotas de agua, la respuesta de los usuarios es casi unánime. El sí gana por mayoría absoluta en un plebiscito popular que afecta al centro histórico. Porque lo más curioso es que la zonas más emblemáticas son también las más problemáticas.

Junto al entorno de la Seu, la plaza del Ayuntamiento o la plaza Redonda son objeto de las críticas de los usuarios. «El mármol rojo este es horrible para andar en días como éste», explica Ángeles, que asegura que cruza la plaza consistorial unas cuatro veces al día. «No sé si alguna vez tuvo propiedades antideslizantes este suelo, pero ahora mismo las ha perdido y es un poco peligroso», insiste. Luis, empleado de una cafetería de la plaza confirma que ha visto «alguna que otra caída» porque el suelo resbala.

En la plaza Redonda un hombre jubilado que sujeta un bastón tampoco anda seguro en condiciones de lluvia. «Como está cubierta en parte, no hay problema, pero si te das cuenta los accesos y el centro de la plaza que están mojados por la lluvia, resbalan mucho», considera Tomás.

Lo cierto es que en el centro histórico de Valencia cada acera es prácticamente diferente. En la plaza de la Virgen hay hasta tres tipos de baldosas diferentes, siendo las rojizas del centro las más resbaladizas. En el entorno de la Catedral puedes encontrar zonas con losas rugosas y otras completamente deslizantes.

En los barrios hay más uniformidad, y predomina el granito gris Quintana de Extremadura —en Ciutat Vella o Russafa—, mientras que en los zonas más humildes abunda la baldosilla cuadrada. Ambas ofrecen más «agarre» que los suelos selectos del centro histórico. Por contra, en cuanto a la estética no hay color, es evidente que las baldosas de las calles emblemáticas son mucho más bonitas.

Suciedad, calzado y bicis

Para Ana, el problema de que resbalen algunas aceras es la suciedad acumulada. «Sinceramente creo que no se limpia muy bien y cuando llueve todo este polvo y suciedad provocan que las baldosas sean más resbaladizas».

Otros usuarios, como Belén, de unos cuarenta años, resta importancia al asunto: «Nos quejamos de las aceras, pero muchas veces es porque no llevamos el calzado adecuado. Los zapatos con tacones son completamente lisos o muchas de las zapatillas modernas apenas tienen dibujo en la suela. Además, es normal que cuando llueve las calles estén más resbaladizas. Lo que pasa es que en Valencia estamos muy poco acostumbrados al agua».

Junto a peatones, algunos ciclistas se unen a la opinión generalizada que ciertas aceras del centro histórico son muy deslizantes. «A veces tienes que ir por la acera y es cierto que cuando llueve hay que ir despacito porque algunas baldosas son una pista de patinaje», señala Alberto, un estudiante que utiliza una pequeña bici plegable por la calle Moratín.