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Negocio ligado a un modo de vida

Un "mercat dels burros" itinerante

Los traslados llevaron el mercadillo de caballerías desde la Lonja al viejo cauce del Turia

Un "mercat dels burros" itinerante

De actividad económica de peso durante siglos, a su extinción en la pasada centuria. El mercadillo de caballerías y burros, ubicado en sus inicios frente a la Lonja, llegaría a extenderse hasta la misma esquina de la calle de Conills. El conocido como carrer dels conils tomaba su nombre por el espacio destinado a la venta de liebres, aunque algunos autores sostienen que derivaba del apellido Conill, que tenía casa en la zona. Lo cierto es que el lugar era conocido popularmente como Les Estaques, porque había unas estacas o postes donde atar a los animales para que no escapasen. Con el aumento del número de animales y carretas, el Consell de la ciutat aprobó el 24 de julio de 1660 trasladar la venta a la plaza de San Francisco. Ciento tres años mantendría ese emplazamiento, para en 1733 instalar a los equinos junto al mercado de cerdos, en la plaza de las Barcas. Tres décadas después, el excesivo ruido devolvió el mercadillo a Les Estaques.

El Plà de la Saïdia acabaría acogiéndo a mulos, asnos y jamelgos un día a la semana, los jueves. El reglamento del Buen Gobierno de la Ciudad, de 1859, prohibía además expresamente que este tipo de ferias se celebrase en ningún otro punto de la ciudad, tal como recoge Rafael Solaz en La Valencia rescatada, de Rom Editors. En 1874 se establecería en la antigua Ronda de Belén o Santa Lucía „ Guillem de Castro„. Popularmente empezó a denominársele Mercat dels Burros. El último viaje lo realizaron vendedores y mercancía con destino al viejo cauce del Túria, entre los puentes de Serranos y el Pont de Fusta. «Gitanos y chalanes con bastón de caña mostraban a los agricultores las dentaduras de los caballos, certificado de edad y buena salud del animal», recoge Solaz en su libro.

Esa febril actividad de los jueves entre tartanas, monturas y percherones, iría diluyéndose. La riada de 1957 dejaría el cauce largo tiempo inservible por el barro y los restos acumulados, lo que paralizaría temporalmente su instalación. Sería el primer paso hacia el declive, materializado en 1960. Una rigurosa normativa sanitaria acabaría con lo que había sido un próspero negocio de compra-venta. El trabajo en el campo empezaba también a modernizarse, cambiando animales de tiro por tractores. Valencia diría, así, adiós al mercado de caballerías.

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