­El 10 de noviembre de 2013 se realizó la primera «Ruta de la Valencia erótica» como colofón del «Festival de las Artes Ciutat Vella Oberta». Fue al acto más exitoso del certamen, con más de 300 personas en la calle, que culminó con la inauguración de la placa homenaje en la casa natalicia de Bienvenida Pérez a nuestra gran cortesana, justo en el centro de lo que fue la enorme mancebía medieval. Dos años después el colectivo «Horta Viva» que diseña rutas culturales huertanas, ha tomado el testigo presentando su propia ruta escabrosa bajo la dirección de Miquel Àngel Minguet.

Nuevamente el éxito acompañó. A las 10.30 de la mañana del viernes se hizo un primer pase, y a las 18 horas hubo que montar una repetición. Citados en el número 69 de la calle Quart, los expedicionarios bordearon la alamedita de las torres hasta la calle de la Corona, donde había una de las entradas al macro-burdel valenciano. Allí Miquel Ángel, persona deliciosa y muy elocuente, desgranó los pormenores del funcionamiento del ente. En realidad la mancebía era un prostíbulo de prostíbulos, con más de doscientas casitas con sus correspondientes profesionales y un administrador general que debía rendir cuentas ante el ayuntamiento o Consell.

La siguiente parada fue acudir ante la beatífica imagen de doña Bienvenida Pérez en su casa natalicia. Esta valenciana singular que conquistó en Londres a ministros y lores es la gran heredera simbólica de aquellas mujeres que lucharon y vivieron en la «Casa de Fembres Pecadrius» durante más de cuatrocientos años.

Por la calle de las Danzas bajamos hacia la Lonja, donde admiramos sus surrealistas gárgolas, mostrando sus pechos y sus penes, y los adornos de las ventanas con parejas fornicando, además del gran enigma del gañán de espaldas, que no sabemos si está a punto de defecar o sencillamente está penetrando con su miembro viril la regia pared, simulando una cópula imposible entre el hombre y la piedra.

Por detrás del Mercat Central, donde las eróticas anguilas de la Albufera bailan su danza todas las mañanas junto con los frutos y productos como el «nap», las «figues», los «conills» o los «cacaus», pasamos a los restos del barrio chino, actuales calles Beata y Triador. ¡Menudos nombres más premonitorios! Aquí descubrimos que la publicitada «ordenanza» que se dictó en contra de la prostitución callejera no ha servido de nada. Allí están, resistentes e irreductibles, tanto las orondas meretrices como los decrépitos clientes. Ninguna ley puede aplastar una realidad social tan evidente.

En el convento de Santa Úrsula

Por lo que fue el barrio de Velluters regresamos a la calle Quart y finalizamos la visita ante el convento de Santa Úrsula. La mala de «La sirenita» tenía este nombre. Miquel Ángel nos anima a escenificar un sainete anticlerical donde Fray Pascual se cepilla a Sor Filomena, magistralmente interpretada por Pilar, incorporándose al trío finalmente el Padre Prior.

Un asistente de Aielo de Malferit, Paco Juan Cháfer, nos informa que el verbo «manchar», ahora muy en desuso, era el general para significar hacer el coito en su pueblo. Buena anotación para los filólogos. También asiste Rubén Losada, que en su artesanal taller, la Escuela Inferior de Cerámica de Manises, prevé reproducir las gárgolas de la Lonja para convertirlas en souvenirs.

Una visita fructífera y muy agradable. «Horta Viva» hasta ahora centrada en temas rurales, inicia su invasión de la ciudad a través del sexo. «València en flames» se repetirá próximamente.