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La respetada figura de los «jubilados»

"Viejas" con 14 años

Los altares suelen homenajear durante la semana vicentina a los niños que, una vez cumplida la edad máxima reglamentaria, tienen que abandonar los cuadros artísticos

Empar Pardo, Irina Aliaga y Sara Lázaro, las tres jóvenes que se «jubilan» en el Mercat. levante-emv

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Tienen un nombre perfectamente determinado dentro del léxico vicentino: son «los jubilados». Y las jubiladas, claro, que esto afecta por igual a ellos y a ellas. Son los jóvenes que, perteneciendo a los cuadros artísticos de los altares, cumplen 14 años durante el ejercicio. Eso significa que su actuación de 2015 es la última y que ya no podrán subirse a un escenario. Una experiencia que, en algunos casos, marca tanto que se llegan a promover actuaciones ocasionalmente de equipos «senior». Y en la presente edición, siguiendo la costumbre, son varios los actores que actúan por última vez. Una despedida que se mima en agradecimiento a los servicios prestados. Los hay que empezaron siendo casi unos lactantes y que han ido pasando los primeros años de vida y ahora, en tiempo de granos, aparato dental y primeras historias de amor, cambian de registro por imperativo legal, el de la partida de nacimiento.

Véase un caso práctico. Las tres niñas del altar del Mercat que apurarán este fin de semana su ciclo. Sara Lozano, por ejemplo, empezó «a los ocho años». Su vinculación con la asociación vicentina le viene de su abuelo. En esta ocasión interpreta a una consejera de la ciudad, pero anteriormente ha sido indistintamente «Gent del poble, ángel, el hijo de Bonifacio Ferrer, una niña enferma...» y sobre todo, recuerda «un año que era muda y cuando San Vicente me devuelve la voz, me tocan cinco páginas de guion».

Irina Aliaga es más reciente en el altar. «Me lo recomendó una profesora, que su hija sí que estaba. Yo era una niña muy tímida y me lo recomendaron para soltarme. Me ha venido muy bien». Recuerda haber sido el marido de la muda; «o sea, de Sara». Este año se despide haciendo de Gent del poble.

Empar Pardo acompañaba a Sara como consellera, ambas ataviadas de negro. Ella se incorporó un poco más tarde porque antes tenía que ser fallera mayor infantil de su comisión de falla, Ripalda-Beneficencia. «He sido esposa de Irina, vendedora, narradora...» y la vena artística también la ha desarrollado en su falla y la festera en la asociación de la Virgen de los Desamparados de la calle Quart.

Las tres coinciden en un aspecto que también cuenta a la hora de colgar los trajes de época: «conforme pasan los años, la exigencia en los estudios es mayor y meterse en un papel, que puede llegar a ser muy largo, es complicado». Pero en lo que las tres reconocen es que «la experiencia es muy bonita para la vida». Un acto especial de despedida servirá para reconocer sus años de esfuerzo.

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