Los «miracles» de Sant Vicent Ferrer constituyen, según la Consellería de Educación, Cultura y Deporte, «una joya del teatro español», y una de las manifestaciones «más significativas del teatro valenciano». Son, según el decreto del Consell que los declaró el pasado viernes como Bien de Interés Cultural Inmaterial, «expresión viva y popular de un pueblo, de origen vecinal, surgida y perfeccionada a través del tiempo». Se destaca, además, la figura del santo, que vivió en el «período más brillante política y culturalmente en Valencia, que en 1455 es elevado a los altares, con lo que su memoria y esplendor se agigantan». El año 1461 es la fecha tradicionalmente admitida como la del primer altar, en el camí de la Mar y levantado por Joan Garrigues. Una imagen del santo con una inscripción que relataba el suceso y unas sencillas luces irían dando paso a elementos decorativos como flores, telas preciosas y figuras que representaban los milagros. La práctica se extendería a otras calles de Valencia, pese a las protestas de los vecinos de la calle del Mar, que consideraban este acto devocional como exclusivo.

En 1598 había ya numerosos altares, además de concursos para premiar los mejores, así como las iluminaciones más ricas y ornamentales. El proceso evolutivo introduciría elementos como rocas, autómatas, títeres o actores y bultos hasta el formato actual. El milagro más antiguo conservado data de 1817, aunque las primeras cofradías y esclavitudes nacieron en el ámbito gremial a finales del siglo XV. Se trata del manuscrito del padre Luis Navarro, con el título de «El fill de l'especier» y cuya temática es la curación de un amigo de la infancia de Vicente Ferrer. Con el formato de coloquio se conserva el miracle «La font de Llíria», el más antiguo publicado e impreso en Valencia en 1822.

Las figuras de aquellos primitivos milagros eran la del santo, el fraile motiló que le acompañaba y el diablo, unas veces encarnado en el cuerpo de una mujer. Otras, en el de un hombre, disforme y contrahecho. Alguien iba leyendo en voz alta el texto del romance y cuando en los últimos versos Sant Vicent desenmascaraba al demonio, éste desaparecía envuelto por las llamas y el humo de la pólvora que se encendía. El estilo decorativo de los altares queda restringido además a seis tipologías: florero „ montaje efímero„, neogótico, neobarroco, academicista, modernista y vernacular. Los protagonistas principales continúan siendo niños y niñas que no hayan cumplido los quince años. Los autores de milagros en el siglo XIX pertenecen a la élite cultural de la época como Vicent Boix, Bernat i Baldoví, Félix Pizcueta, Eduard Escalante o Constantí Llombart.

A partir de 1940 la evolución social valenciana conllevó una importante tendencia al uso del castellano, con una creciente dificultad para encontrar niños con un dominio del valenciano suficiente para una representación digna. Con la finalidad de estimular la calidad lingüística y de expresión valenciana tanto en los llibrets como en los pequeños actores, Lo Rat Penat instituyó un concurso de milagros. Ya en 1943 se constituyó la Agrupación Vicentina, que pasaría a llamarse más tarde Junta Central Vicentina de las Asociaciones.