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Entre acequias

Memorias de la huerta menguante

Ballester Olmos aboga por dignificar al agricultor y conciliar la rentabilidad de la huerta con la conservación del paisaje

Memorias de la huerta menguante

El profesor de Jardinería y experto paisajista José Ballester Olmos pronunció el pasado 25 de marzo una conferencia en la Real Sociedad Valenciana de Agricultura con el título «luces y sombras de la huerta» donde advirtió del riesgo de perder el valioso patrimonio agrícola de l´Horta, cuya superficie se ha visto reducida a la mitad en apenas 50 años. Aunque expertos como el geógrafo francés Roland Courtot creen que la desaparición de la huerta periurbana es ineludible, Ballester Olmos cree que todavía se está a tiempo de actuar y aconseja a las Administraciones tanto la creación de rentas complementarias para que los agricultores tengan unos ingresos dignos y no abandonen el campo, como la contratación de personal especializado para mantener la huerta que queda.

La huerta histórica, explicó Ballester Olmos en su conferencia, en su momento de máxima extensión a principios del siglo XX llegó a tener 13.200 hectáreas, una superficie que en la actualidad se ha reducido a dos tercios de lo que fue.

El profesor Ballester Olmos explicó detalles de la vida de los labradores de l´Horta, que solían plantar un olmo delante de su casa para ahuyentar el mal de ojo y entre cuyos platos habituales estaban las sardinas con cebolla y el arroz con bacalao.

La vida de los agricultores se caracterizaba por el autoconsumo. Cocinaban con leña y residuos vegetales, fabricaban jabón y confeccionaban su propia ropa y el 90% de los alimentos estaban producidos en casa, desde el frito de la matanza, las morcillas en aceite, tortas de arroz, maíz y trigo, membrillo y pan de higo. Durante las fiestas se preparaban guisos como a base de productos en conserva como el «pimentó amb tonyina».

Si la vida del huertano varón era esforzada no menos lo era la de la mujer, que de media se casaba a los 20 años y solía tener entre cinco y nueve hijos, una cuarta parte de los cuales solía morir antes de cumplir los cuatro años. Según Ballester Olmos, la mayoría de los nacimientos tenían lugar en los meses de febrero y marzo, mientras que julio y agosto era el período del año en que se daba la cantidad menor de partos, lo cual significa que la mayoría de las concepciones se producían generalmente en mayo y junio, continuaban con cierta frecuencia durante el periodo estival y tenían su mínimo en octubre y noviembre, lo cual evidencia la influencia del calendario agrícola en la vida de los labradores.

A principios del siglo XX comenzó la despoblación de las alquerías por la depreciación de la agricultura, la falta de comodidas y las nuevas perspectivas de trabajo creadas por la industrialización. En la actualidad, destaca Ballester Olmos, uno de los problemas para la supervivencia de la huerta es la reducción de la superficie media de las parcelas.

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