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Las concentraciones se diseminan

"Como agua entre los dedos"

Los agentes reconocen que necesitan colaboración para acabar con un fenómeno que se expande por toda la ciudad

La Policía Local repite como un mantra una frase cuando hablan de combatir el botellón en Valencia. «Se escapa como agua entre los dedos». La presión policial sobre determinados puntos, como por ejemplo el entorno del campus de Tarongers, ha conseguido terminar con los macrobotellones pero ha diseminado las reuniones para beber en la calle convirtiendo la ciudad en un hervidero de microbotellones que complican las noches en el Carmen, el entorno de la Creu Coberta o las plazas del Cedro y Honduras, por ejemplo.

La antigua estación del Grao y el Multiespai La Punta son entornos donde se han autorizado, en los últimos años, varias fiestas de grandes dimensiones que han acabado convirtiéndose, por la autorización de introducir en los recintos bebida comprada fuera, en macrobotellones que causan molestias a los vecinos y que obligan a la Policía Local a establecer operativos especiales para controlar los accesos y las salidas a los recintos en cuestión.

Aunque la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, ha insistido en varias ocasiones en que la lucha contra el botellón es uno de los pilares más importantes en la política de seguridad, juventud y sanidad del Ayuntamiento de Valencia, lo cierto es que, en la práctica, la presión policial sobre los microbotellones contrasta poderosamente con las pocas trabas que desde el consistorio ponen a la organización de macrofiestas en determinados puntos. La Policía Local, mientras tanto, apoyada por la Policía Nacional un año después de la petición de Barberá „en febrero de 2014„, despliega operativos especiales las noches de los fines de semana en los entornos de las discotecas más importantes para controlar este tipo de reuniones ilegales. En algunos puntos, como la plaza del Cedro o el jardín de Ruaya, el consistorio vallará los parques para evitar que se conviertan en sitios donde los jóvenes se concentren para vivir.

Sin embargo, fuentes policiales aseguran que la lucha contra este fenómeno es muy complicada. «Se escapan como agua entre los dedos. Cuando estás en un sitio se mueven cien o doscientos metros y se alejan de ti, al final acaban bebiendo donde sea», explican las fuentes consultadas, que hacen hincapié en la necesidad de educar a los jóvenes en los perjuicios de beber en la calle.

El presidente de la ONG Controla, que trabaja la responsabilidad social en los espacios de ocio y para ello realiza programas de prevención, de concienciación ciudadana y de drogodependencias dirigidos a los más jóvenes y usuarios de ocio nocturno, Vicente Pizcueta, explicó ayer que el hecho de beber en la calle en reuniones clandestinas es «consustancial» a los jóvenes: «La sociedad tiene que luchar contra esa tradición de beber en la calle». Sobre el botellón del viernes, Pizcueta comentó que no fue un macrobotellón, sino «un festival organizado en un espacio delimitado, con todos los permisos y donde no pueden entrar los menores, con la singularidad de que la gente puede llevar su propia bebida». «Un macrobotellón es una concentración extraordinaria, espontánea y multitudinaria que consiste en una ocupación ilegal del espacio público donde cientos o miles de personas beben alcohol en la vía pública», indicó el presidente de la ONG.

«No hay que dar saltos de alegría, pero los jóvenes son jóvenes. Si este fenómeno no se organizara así de bien y tan regulado, ¿qué pasaría?», se pregunta Pizcueta, que apela a las universidades para que auspicien este tipo de eventos: «Las instituciones no pueden quitarse del medio. La universidad debe entender que el componente lúdico de los jóvenes a esa edad forma parte de sus deberes y la sociedad adulta debe entender la cultura juvenil, que bastantes problemas tienen en su futuro laboral». «No vamos a apoyar este tipo de eventos, pero hemos colaborado con ellos para evitar riesgos y problemas», dijo Pizcueta.

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