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La familia valenciana del zar Nicolás II

El príncipe Basilovich

Iván y Olga, junto a su madre Trinidad, son los últimos descendientes de la familia imperial de Rusia ya que su padre era hijo de Iván Basilio Romanov, primo del zar Nicolás II, que envió a su vástago a España con la División Azul

El príncipe Basilovich

La Sala Municipal del carrer del Micalet expone desde el miércoles el pintor Basilovich y su grupo de artistas «Agregarte»: Rosa Andrés, Gloria Vidueira, Rosa Jordá, Vero González, Rosa Monferrer, Teresa Bonhome, Rosa López, Charles Llorens, Rosa Martínez, Rafa Aranda, Luna Kamaju, Pepe Molina, Joaquín Llorens, Sergio Moreno, Luís Pascual, Carlos Doménech, Vicente Segarra, Paco Darder, Raul Nácher y Antonio Tirado. Juan Ramón Basilovich es un tipo campechano y agradable, de ojazos azules y planta marcial.

Basilovich es un pintor de moda. Triunfa con sus óleos, especialmente miniaturas, tanto en Europa como en América. Pero una leyenda le persigue. Probablemente es uno de los últimos descendientes vivos del zar Nicolás de Rusia y su tratamiento protocolario sería el de Príncipe Imperial de la Casa de los Romanov.

En 1941 España intervino en la Segunda Guerra Mundial enviando la «División azul» a luchar, con Alemania e Italia, contra la Unión Soviética. Unos 50.000 españoles participaron en diversos episodios militares hasta su retirada en 1945.

Pero entre los repatriados llegó un joven ruso de unos catorce años que tuvo un tratamiento especial y misterioso. Oficialmente era un niño huérfano que las tropas españolas habían rescatado. Pero él siempre habló de su hermana y de la familia que había quedado en su país de origen.

Este hombre estuvo primero en una residencia juvenil de Albacete y después le proporcionaron un puesto de trabajo como ingeniero en Valencia, en la compañía Volta que se dedicaba a lanzar los tendidos eléctricos.

Las autoridades españolas acogieron y protegieron al ruso misterioso. Vivía en la calle Caballeros, en el palacio de una familia aristocrática como invitado especial. Aprendió español rápidamente y se integró totalmente en su nuevo país.

En un viaje a Llíria, conoció a una niña de 16 años de la que se enamoró perdidamente. Él tenía 32, le doblaba la edad. Pero supo seducir a la mujer y la llevó al altar. Incomprensiblemente, la desposó en la Catedral de Valencia, en presencia del arzobispo don Marcelino Olaechea. Inmediatamente se les proporcionó un piso en el centro de Valencia.

El ruso tuvo dos hijos con la bella Trinidad Martínez. Un chico al que llamó Iván y una chica a la que llamó Olga. Pero para disimular un poco, el eslavo Iván se transformó en Juan, y sobre el Olga se colocó un castizo Asunción. Nadie debía relacionarlos con Rusia.

Basilovich padre nunca habló del tema con su esposa, pero ella se admiraba de que periódicamente gente de la policía secreta preguntara por ellos al vecindario. Un día dos hombres vinieron a por su marido y se lo llevaron durante dos días para interrogarlo. El detenido nunca quiso explicar lo que pasó.

Miguel Bañuls Artiga, procurador y personaje preeminente de Llíria, fue el custodio del secreto Barilovich. Según explicaba, los Barilovich eran realmente Romanov, una de las ramas de la augusta familia. El zar Nicolás II tenía muchos primos y tíos distribuidos en la estructura burocrática rusa. Al estallar la revolución de 1917 y ser fusilados los reyes, cada rama huyó como pudo.

No todos los Romanov pudieron salir de Rusia. Iván Basilio Romanov, primo del Zar, se refugió en la pequeña aldea de Smolensko, cerca de San Petersburgo. Allí fingió ser agricultor, bajo el régimen comunista, siempre en perpetuo peligro de ser descubierto.

La llegada de los alemanes fue un alivio, y mucho más la presencia de españoles en el sitio de Leningrado. Ivan Basilio solicitó una entrevista con el coronel Pedro Pimentel. Ambos hablaban francés, la lengua culta de aquellos tiempos. Iván solicitó que se llevaran a su hijo y heredero a España, para salvarlo de la horda soviética. Pimentel habló con Muñoz Grandes y, con la aprobación de Franco, se procedió al traslado.

Los primeros años fueron felices para el exiliado. Pero, ya casado y con hijos, una terrible melancolía le abatió. Consciente de su alta cuna, y de que parte de la fortuna Romanov le correspondía, el ruso se desesperó. Cumpliendo la tradición patria, murió de una cirrosis. Sus últimas palabras fueron para su hija Olga Asunción: Busca, busca, busca.

Pero los jóvenes Basilovich ya no sabían donde buscar. Acudieron a la embajada rusa cuando cayó la Unión Soviética, pero un funcionario les desanimó. El Estado ruso no quiere que nadie reclame la fortuna Romanov, de la que se ha apropiado, y guardan celosamente el ADN imperial. Si alguien solicita que se le haga la prueba genética, invariablemente esta prueba sale negativa. También les advirtieron que si insistían demasiado, podrían ser víctimas de un accidente inesperado.

Iván Ramón Basilovich Romanov, Príncipe de Smolensko, y su hermana la Gran Duquesa Olga Asunción Basilovich de Rusia muy dificilmente tendrán un reconocimiento oficial de su egregia posición. Pero Basilovich, desafiando la terrible historia de su familia, ha entrado por mérito propio en la nobleza artística de la pintura. ¡En esto sí que es un príncipe de verdad!

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