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La trastienda

¿Por qué nadie rueda aquí?

¿Por qué nadie rueda aquí?

Hay ciudades que parecen concebidas para ser vistas desde una cámara. Ciudades hechas para el cine, para las películas. Roma, Venecia, París, Nueva York?.Sin querer formar parte de esa lista privilegiada, y salvando las evidentes distancias, Valencia cuenta con muchas posibilidades, por su propia luz natural, sus enclaves arquitectónicos y zonas abiertas, para albergar más largometrajes de los que hoy nos marca la estadística.

Pese a la escasez, sí encontramos algunos ejemplos. Todavía recuerdo el revuelo cuando corría la noticia: Javier Fesser había elegido la ciudad (en concreto el barrio del Carmen) para rodar algunas escenas de La Gran Aventura de Mortadelo y Filemón. Era la primera vez que los personajes de Ibáñez se llevaban a la gran pantalla con actores de carne y hueso. Ese alboroto es lo que hizo de aquello algo excepcional, algo a lo que los valencianos ni estábamos ni estamos demasiado acostumbrados. Fue en la Calle Alta donde se rodó la escena en la que aparecía el mítico edificio de 13, Rue del Percebe.

Almodóvar se atrevió en La Mala Educación, utilizando diversas localizaciones. Y sonada fue también la llegada de George Clooney y Hugh Laurie a Valencia el pasado año para rodar algunos planos de Tomorrowland en la Ciudad de las Artes y Las Ciencias. ¿Y por qué no más? Nada motiva a los de fuera a rodar aquí. Ni el escaso interés de nuestros gestores públicos, ni la dificultad ni el surrealismo o condiciones para conceder los permisos de rodaje en exteriores. Pocas cosas son favorables y, dadas estas circunstancias, los responsables ni siquiera se molesten en intentarlo. Solo en contadas ocasiones. Cierto que las ayudas ayudan, y que este año han subido con respecto a ejercicios anteriores, pero ni con esas podemos compararnos con el País Vasco, donde sí existen subvenciones para motivar a productores de fuera de la ciudad, o la exención fiscal con la que cuentan las Islas Canarias. Aquí, si bien una vez concedida una ayuda la productora solicitante se garantiza el cobro, tiene que ser ella misma la que adelante su dinero para hacer viable el proyecto, algo heroico en los tiempos que corren, pues en algunos casos se tarda en abonar hasta dos años la cantidad pública concedida. Nueva York, que no anda escasa de cineastas como locos por grabar en sus calles, se aseguró el rodaje de la película El lobo de Wall Street, pagando a la productora 30 millones de dólares, un tercio del presupuesto total, con el fin de potenciar la imagen de la megaurbe. Igualito que aquí. Tenemos ejemplos que constatan a Valencia como una zona más que interesante para estos fines. Y los encontramos en nuestras propias producciones. Es el caso de El amor no es lo que era, de Gabi Ochoa, La Bicicleta de Sigfrid Monleón o Los chicos del puerto del pucelano Alberto Morais. Remontándonos unos años más atrás, tenemos el ejemplo de Todos a la cárcel, de Berlanga, o la también clásica Tranvía a la Malvarrosa.

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