Decía recientemente un conocido articulista de la prensa local, que pase lo que pase el día de las elecciones, el día después en el Cabanyal las cosas no volverán a ser como antes. Con esa esperanza encaramos el futuro muchos vecinos, posiblemente todos, pero si hay alguna posibilidad de que esa ilusión se vea truncada y todo siga igual el día después, tan solo podría suceder por el hecho de que la señora Rita Barberá siguiera al frente del equipo de gobierno y se mantuviera en su empeño personal, aunque ahora lo haría con muchas menos fuerzas. Un empeño, que de no producirse un cambio de criterios en quien dirige la Secretaría de Estado de Cultura, seguiría condenado al fracaso y ella lo sabe, aunque no termina de entender como alguien puede poner límites a su particular modo de gobernar.Desde que se aprobó la Orden del Ministerio de Cultura del 29 de diciembre de 2009, Barberá lo ha intentado todo y todo le ha fallado. Intentó colar una ley de la GV que finalmente se ha demostrado inconstitucional. Intentó que los tribunales de justicia invalidaran la orden del ministerio y también en eso le fallaron los planes. Intentó culpabilizar al Ministerio de Cultura, a los grupos de la oposición municipal y a los vecinos que nos hemos venido oponiendo a sus planes, pretendiendo cargar sobre nuestras espaldas unas supuestas consecuencias de la obligación del cumplimiento de la orden que le impedían conceder licencias de obras y actividades, y también en eso se ha equivocado y se ha visto obligada a rectificar, consciente de que la opinión generalizada de los vecinos cada vez se volvía más en su contra a las puertas de las elecciones municipales. Y encima el asunto ha terminado en los tribunales, al admitir a estudio la fiscalía una denuncia de EUPV por prevaricación.Y es que la obsesión es mala consejera y la señora Barberá ha convertido la imposibilidad de salirse con la suya en el Cabanyal, en el mayor fracaso con el que se le recordará el día que abandone el trono municipal.Quienes aun aplauden sus intenciones de destruir una parte importante del Cabanyal, deberían ser conscientes de que en el caso de repetirse su triunfo electoral, sería la única manera de que se incumpliera el presagio/deseo con el que he empezado esta reflexión, «pase lo que pase el día de las elecciones, el día después en el Cabanyal las cosas no volverán a ser como antes». Tan solo en ese caso las cosas seguirán como están, como han venido estando en estos cinco largos años, primero con un gobierno socialista y después con uno del partido popular en el gobierno de la nación.

La señora Barberá se seguirá resistiendo, cada vez con menos fuerzas y argumentos a cumplir la Orden del Ministerio, porque la propuesta de modificación que ha intentado tramitar, es «más de lo mismo» y así se lo está diciendo el gobierno de Rajoy desde Madrid desde hace meses. Se lo han dicho y se lo han repetido en las mil ocasiones en las que con todo su empeño ha mandado a sus negociadores. Si sus esfuerzos no han conseguido el más mínimo éxito antes de las elecciones, significa que de seguir en su empeño su fracaso está asegurado y los vecinos y comerciantes del Cabanyal seguiremos sufriendo las consecuencias de su obsesión. Unos vecinos que de cumplirse los pronósticos dejaran de otorgarle la mayoría absoluta de la que ha venido presumiendo y pasará a ser una mayoría absoluta de vecinos que apoyaran a los partidos firmantes del compromiso por la defensa del Cabanyal, aunque ella pudiera seguir gobernando en minoría, en el peor de los casos. La señora Barberá ha intentado convertir en un esperpéntico éxito la posibilidad de conceder licencias, cuando en realidad el Ministerio de Cultura le ha contestado que no las ha venido dando en estos últimos cinco años porque no ha querido, pero la cosa no acaba ahí. No convendría perder de vista que el Ministerio de Cultura, en la resolución del Director General de Bellas Artes, de 23 de febrero, dejaba bien claro que «la prolongación en el tiempo „de la suspensión del PEPRI„ podría perjudicar el desarrollo y conservación del conjunto histórico del Cabanyal, produciendo efectos contrarios a los motivos que justificaron su adopción» y por tanto sería el ayuntamiento el responsable del «creciente deterioro tanto en términos de abandono y degradación arquitectónica, como en términos sociales», que el propio ministerio y hasta la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando ya han observado que se está produciendo en el Cabanyal. Perjudicar la conservación es expolio. Una responsabilidad en la que podría acabar arrastrando a la GV. Los vecinos del Cabanyal deberían reflexionar antes de elegir la papeleta que piensan introducir en la urna, sobre que quieren que pase el día después a la puerta de sus casas. Si lo que quieren es que continuemos cuatro años más en el callejón sin salida que supone la situación actual de paralización y degradación progresiva, apoyando que quien esta enfrentada con el resto de fuerzas políticas, con el mundo de la cultura y el saber, y hasta con su propio ministerio, o apostar por quienes defienden salir definitivamente de esta situación, por la única vía posible que contempla la legalidad, poniendo por delante el respeto por la conservación y protección del barrio que les vio nacer, y a través del consenso y la participación ciudadana encontrar una fórmula que aprovechando su valor patrimonial, permita afrontar su rehabilitación urbanística y arquitectónica, su regeneración social y su revitalización económica, una tarea en la cual estoy seguro que estaríamos todos unidos. Ni el expolio puede servir para terminar con los problemas del Cabanyal, ni la pena de muerte con la delincuencia, ambas cosas son ilegales. Eso es algo que deberían saber quienes todavía defienden los planes de la Sra. Barberá y tenerlo en cuenta a la hora de depositar su papeleta.