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La trastienda

Un domingo cualquiera

Un domingo cualquiera

Es cierto que los domingos son perezosos y complicados. Yo mismo soy de los que demanda más oferta, cuando ese día de la semana se convierte en todo un logro y esfuerzo conseguir salir del sofá, que en mi caso ejerce como imán indestructible. Evitando contradecirme, y como (casi) todos los años, armo la energía suficiente y vuelvo a visitar la Feria Alternativa en su última jornada. A pesar del sofocante calor de 34 grados, y que la hora de la siesta suele ser realmente tranquila, me sorprende la cantidad de gente que veo, activa, enérgica y con ganas, lo que me lleva a reflexionar lo diferentes que somos los seres humanos.

Pocos cambios, pocas novedades con respecto a otras ediciones. Si bien pasa más desapercibida para mi retina la cantidad de puestos donde se venden pulseras hechas a mano, bolsos, monederos y ciertos artículos realmente originales, mi interés, una vez recorrido casi todo el recinto, se centra en la cantidad de oferta gastronómica. Pizzas elaboradas con productos cien por cien ecológicos, repostería artesanal, platos y alternativas exóticas desde comida típica india pasando por países como Grecia o Marruecos y un sinfín de ofertas que mi cabeza no acaba de retener por completo.

Me fijo en un puesto de horchata ecológica, y mientras me sirven un vaso me informo de que el negocio va francamente bien. Un motivo más de alegría en estos tiempos, donde la cantidad de pasos que un emprendedor tiene que dar para abrir su negocio en este sector hace que muchos desistan sin llegar a intentarlo del todo.

Al alcanzar la zona donde asociaciones y colectivos montan sus estands, me llama la atención la cantidad de ellos dedicados a la huerta ecológica. Mucha información sobre alquiler de pequeños terrenos urbanos, formación a jóvenes y sobre productos específicos. No pasa desapercibida la lucha que hasta hace poco llevó a centenares de personas a manifestarse contra la modificación del Plan General de Ordenación Urbana, que finalmente el ayuntamiento decidió retirar sobre la campana y en el último momento. Un ejemplo más de que la unión, en este caso la de los defensores de la huerta en las zonas de extrarradio de Valencia, ha vuelto a dar frutos. Una nueva señal de que estos cambios sociales no se detienen.

Saludo a un conocido que dedica su tiempo a su estand, y cuenta indignado cómo hay una zona, ya fuera pero muy cercana al recinto, a la que aconseja no acceder por la cantidad de basura acumulada la noche anterior. Asegura que nada tiene que ver con la organización de la feria, que son las actividades complementarias «no oficiales» las que lo han provocado. Batukadas hasta altas horas de la mañana e infinitos botellones que finalizan con la indignación de bastantes y la duda de muchos otros sobre si este evento ya tan consolidado en Valencia está relacionado con lo acaecido de madrugada. Por esto de que nos encanta, de entrada, meter todo en el mismo saco sin pararnos a razonar.

Todo esto me hace reflexionar, mientras abandono el recinto y regreso a casa, en lo necesarias que son ciertas actividades para el desarrollo social y generacional, como lo es la feria que acabo de visitar, y que, si a algunos, en general, les diera por ser un poco menos salvajes en el comportamiento en sus noches de ocio, y pensara con coherencia, se podría ahorrar mucho en dinero y disgustos, además de mejorar el medio ambiente. Pero no hay forma. Porque poderse se puede, pero no se quiere. La cosa es triste, pero es así.

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