A Carmen le encanta el bingo. A sus 80 años, bajaba todos los días que el centro de mayores San Marcelino organizaba una partida. Cuando hace tres años la policía comenzó a sancionar a los centros de jubilados por apostar dinero en las partidas de bingo „la normativa prohibía la venta de cartones fuera de los locales previamente autorizados, es decir, de los bingos„ el centro de mayores de San Marcelino dejó de organizar encuentros y Carmen se quedó en casa. Las protestas comenzaron de inmediato y el Consell se comprometió a modificar la normativa para permitir que los mayores cantaran línea, o bingo, con apuestas simbólicas de dinero.

Sin embargo, la nueva norma ha tardado tres años en llegar. El pasado 15 de mayo, en plena campaña electoral, el Diario Oficial de la Comunitat Valenciana publicó el reglamento del bingo y el de casinos de juego, que permite a los mayores jugar con dinero en hogares del jubilado y residencias.

Eso sí, en la nueva normativa la apuesta máxima por cada participante y en cada partida no puede superar los 20 céntimos de euro y, al mismo tiempo, el importe total jugado, en cada partida, por todos los jugadores, no puede ser mayor de 5 euros.

No recordar los números

Cuando el pasado lunes el hogar del jubilado retomó las partidas tras la modificación de la normativa por parte del Consell, Carmen volvió a bajar al centro de mayores de San Marcelino. Pero ya no se acordaba de cómo se jugaba. Su demencia senil se había agudizado durante los tres años en los que las partidas han estado prohibidas. Y es que el simple hecho de localizar el número en el cartón le ayudaba a tener despierta su mente. Sus compañeras lamentan la tardanza de una norma que ha mantenido en casa y encerrado a más de un jubilado.

«Aplaudimos la nueva norma que nos permite seguir con las partidas de bingo, pero ha tardado demasiado. Y nos hemos dado cuenta cuando los usuarios que solo venían al bingo al vuelto aquí. Muchos, como Carmen, no reconocen los números», explica una de las responsables de las partidas, mientras le tiembla la voz de emoción.

«Era un absurdo»

«Aquí todos somos mayores y sabemos que el tiempo va en nuestra contra. Ha sido duro ver cómo hay usuarios que ya no se acuerdan de cómo funciona el juego.... ¡Solo recuerdan que les encantaba! Y por eso volvieron a las partidas. El simple hecho de reconocer el número era un ejercicio diario para ellos. Pero mira... ha tardado demasiado en solucionar un problema que era un absurdo. Y estas son las consecuencias. Eso también hay que contarlo», explica.

De hecho, las apuestas de dinero de los hogares del jubilado eran y son mínimas. «Cobramos dos cartones a 5 céntimos... Ni tan siquiera llegamos al máximo que permite la ley. Esto es un juego de entretenimiento para los mayores. Nada más», repiten. El ambiente que se respiraba en la sala de San Marcelino era ejemplo de ello, en contraste con el que se vivió en hace años cuando la Brigada del Juego de la Policía Nacional comenzó sus inspecciones y sus sanciones a los centros de jubilados.