El calor no ha sido el único culpable de que a muchos se les hayan pegado las sábanas hoy. Ayer Valencia trasnochó. Abandonó el reloj y la rutina para zambullirse de pleno en el día, o más bien la noche, grande de la Feria de Julio. Música, danza, desfiles, monólogos y todo tipo de espectáculos sacaron a miles de valencianos y turistas a la calle para disfrutar de la octava edición de la Gran Nit de Juliol.

Las cornetas y tambores de Sant Luis Beltrán que sonaban a las ocho de la tarde en la Plaza de la Virgen al ritmo de clásicos como «Ya no puedo más» marcaron el pistoletazo de salida de una noche larga y sin pausa. Uno tras otro, y en varias ocasiones al mismo tiempo, una treintena de actos se sucedieron ante la sorpresa de los que no sabían lo que se estaba celebrando y la emoción de los que tenían perfectamente trazada la ruta de lo que querían ver para no perderse nada.

Y es que anoche hubo espectáculo para todos los gustos. Mientras el folclore valenciano inundaba la plaza del Ayuntamiento, la compañía Capità Meravelles hacía las delicias de pequeños y mayores en la plaza del Patriarca con su espectáculo «Mono A, Mono B», una miscelánea de teatro de comedia, acrobacias y malabares. La Plaza de la Mercé fue la protagonista oficial de la «Fiebre del sábado noche» en distintos horarios. La de la Almoina era una carcajada con el con show de «Què rar... veritat?». Pero la jornada también tuvo cabaret, mercado medieval y numerosos espectáculos musicales. Cada plaza era una fiesta. Y el que no llegaba con antelación se quedaba sin silla.

Los turistas vivían el espectáculo móvil en mano y con la sonrisa contagiosa de pasear por una ciudad viva. Las terrazas de muchas plazas estaban a rebosar. «Da alegría ver esto tan lleno», decía Ana, que había convertido la Gran Nit de Juliol en una excusa para salir a cenar y pasear con su familia y que expresaba lo que muchos otros pensaban.

Para los que querían huir del calor también había plan porque muchos de los museos de la ciudad tuvieron sus puestas abiertas hasta las dos de la madrugada. El Museo Histórico, el Museo de la Ciudad, l´Almoina, el Almudín o el Museu d´Historia de València fueron algunos de los protagonistas de la noche pero sin duda la auténtica estrella fue la Lonja, que ofrecía visitas guiadas gratuitas.

El Ayuntamiento también estuvo abierto anoche, aunque no para asomarse al balcón. A partir de las nueve sus puertas fueron testigos de una larga cola para pasar el control de seguridad. Y es que el consistorio fue el escenario de las actuaciones de música más clásicas que no podían acoger las plazas. El señorial Salón de Cristal recibió al Coro de la Asociación Polifónica Calasanz mientras que el Hemiciclo fue invadido por la orquesta Pols i Pua, de Alboraya.

Más tarde, pasadas las once de la noche, el ya tradicional desfile de Color abarrotó las calles del cap i casal. Dragones, gigantes y seres mitológicos se convirtieron en unos peatones más en su ruta desde la calle la Paz hasta la calle Barcas pasado por San Vicente y la plaza del Ayuntamiento.

Que no falte la pólvora

El fuego tampoco quiso perderse la fiesta. Por eso el cielo de Valencia brilló con fuerza a media noche con el castillo de fuegos artificiales que se disparó desde el cauce del río. Para los que se quedaron con ganas de más, solo quince minutos después, en la Plaza del Ayuntamiento las llamas se convirtieron en espectáculo de la mano de «Artesca».