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La primera fiesta moderna de Valencia

Una feria de julio con siglo y medio de vida

La Batalla de las Flores del domingo cierra un festejo nacido en 1871 como reclamo para que la burguesía no abandonara la ciudad cuando apretaban los primeros calores

Una feria de julio con siglo y medio de vida archivo rafael solaz

Considerada como la primera fiesta moderna de Valencia, la Feria de Julio va camino de cumplir el siglo y medio de vida. Un tiempo en el que se ha pasado de un sobresaliente esplendor inicial hasta ir perdiendo fuelle. Un declive reflejado sobre todo en su cartelería. Nacida como tal un 21 de julio de 1871, la evolución de esta celebración puede apreciarse en la muestra que el Museo de Historia de Valencia tendrá abierta hasta el próximo mes de noviembre. Los carteles expuestos reflejan los distintos movimientos artísticos que fueron conformando la imagen de una celebración multidisciplinar que traspasó fronteras a finales del siglo XIX. Modernismo, art-decó, hiperrealismo, costumbrismo sirvieron para «vender» la cita más popular de la urbe después de las Fallas. Su origen, según los historiadores, hay que buscarlo cuando el Ayuntamiento de Valencia propuso celebrar una feria anual y una exposición de toda clase de productos, dado que durante julio la capital se quedaba prácticamente desierta.

Una vistosa cabalgata sirvió para abrir los primeros festejos, con pabellones, exposiciones de plantas y venta de mercaderías en general. No fue hasta 1891 cuando se celebró la primera batalla de flores que consistía en un desfile de carrozas que entablaban una lucha de claveles con el público que presenciaba el desfile. Poco a poco fueron ampliándose las actividades y así apareció el concurso de bandas de música en la primera quincena de julio y «La fira de Sant Jaume» en la Plaza de Toros. La acogida fue notable, gracias «al apoyo decidido de las instituciones públicas y de destacadas entidades culturales, así como de industriales y comerciantes». «Veían en la iniciativa una manera de aunar intereses corporativos y manifestaciones culturales arraigadas en las tradiciones locales, haciendo del evento expresión de la identidad valenciana», según el bibliófilo Rafael Solaz.

En el primer programa de 1871 ya figuraban actos que después perdurarían en el tiempo, aunque otros desaparecieron: exposición de plantas, flores y frutas, de manufacturas industriales, carreras de caballos, regatas, bailes, conciertos, fuegos artificiales y visitas especiales a los museos. El Ateneo Mercantil, la Cámara de Comercio, el Casino de Agricultura, o los círculos científicos y literarios ofrecieron su colaboración a la hora de organizar los certámenes. Sin duda, los pabellones de la Alameda fueron la imagen de la feria en sus mejores años. Las estructuras de madera constituían «toda una obra de ingeniería desarrollada por artesanos valencianos», según recoge Solaz en «Dias de julio y feria». Acabarían desapareciendo. En todo caso, eran territorio para las clases pudientes. «El pueblo debía conformarse con recorrer el paseo y admirar lo que sucedía en el interior de los recintos», recuerda Solaz. La fiesta iría abriéndose progresivamente a la participación popular, al tiempo que perdía el primitivo protagonismo comercial, en especial tras la creación de la Feria de Muestras en 1916.

Después de la guerra civil desaparecieron muchas de las actividades anteriores, irrumpiendo en el programa actos de reafirmación nacional y de exaltación del nuevo régimen. En las décadas siguientes la fiesta se popularizó por completo, al tiempo que se fue impregnando del espíritu y de la esencia organizativa fallera. Hacia los años setenta era evidente cierta apatía a causa del estancamiento de la organización y la falta de los apoyos necesarios. Con todo, algo de su esencia permanecía: el paseo de multitud de vecinos que recorrían de arriba abajo la Feria, deteniéndose aquí y allá en los puestos de orxata, de melons d´Alger, de panolles o de moniatos torrats. Como símbolo potente queda la batalla de las Flores, que cierra los actos de la feria. Poco o nada ha cambiado ciento veinticuatro años después. Inspirada en las ofrendas de la antigua Grecia, en el desfile participaban ya entonces grupas valencianas „ caballos de huerta engalanados con parejas de huertanos„, bandas de música y un intercambio de flores entre las carrozas.

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