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Un día en la vida

Ballester Gozalvo, una persona buena

En una hermosa canción que Raimon dedicara al comunista López Raimundo, se refería él como de «cabells blancs i la bondat a la cara». Es sin duda, una expresión que podría aplicarse a muchas mujeres y hombres borrados de nuestra historia reciente, pero que representan lo mejor de la misma. Es por eso, por lo que quiero dedicar estas líneas a modo de homenaje y reconocimiento, a José Ballester Gozalvo, valenciano del Cabanyal, nacido en ese barrio en el año 1893 y en el olvido desde 1939.

La biografía de José Ballester es vastísima, y es ejemplo como pocos, de personalidad polifacética. Periodista, traductor, autor teatral y profesor, demostró ser acérrimo defensor de la escuela pública y gratuita, obligatoria hasta los 14 años. Comprometido con el progreso de su país, salió elegido alcalde de Toledo, desde donde proclamó la República el 14 de abril de 1931. Diputado en las Cortes Constituyentes, asumió posteriormente la Dirección General de Enseñanza Primaria con el gobierno republicano. Desde su exilio francés, tras la derrota republicana, José Ballester no dejó un solo día de luchar públicamente contra la dictadura fascista, lo que le llevó a ostentar diversos cargos como presidente de Izquierda Republicana y de la Liga Española de Derechos Humanos . A destacar sin duda, su nombramiento como ministro de Asuntos Exteriores del gobierno legítimo, siendo el primer valenciano en ocupar dicha cartera, mucho antes por tanto que el actual.

Enamorado del deporte y del fútbol en particular, Valencia le debe, además, ser uno de los impulsores y primer presidente del club más antiguo de la ciudad: el Llevant UE.

Los primeros que me hablaron de José Ballester fueron mis padres. Conservan con orgullo una carta escrita por él que se repartió en el homenaje que en el año 1959 se organizó a su padre, Vicente Ballester Fandos. Mi abuelo Ramón Labiós, levantinista comprometido como él y vecino del Cabanyal, estuvo presente en esa emotiva jornada y guardó con esmero la carta. En ella, Ballester Gozalvo, se refiere con nostalgia a las calles, los cafés y las gentes de su añorado Cabanyal natal. Y como no a su Llevant UE.

La deuda contraída por Valencia con José Ballester empezó a ser saldada gracias, entre otros, a un colaborador también de esta casa, Felipe Bens, que publicó un libro titulado En el destierro, donde se recogían tanto escritos del autor como estudios sobre tan ilustre y olvidado personaje.

La extraordinaria personalidad de José Ballester, motivó que en la comisión de cultura del Ayuntamiento de Valencia del 19 de noviembre de 2012, se aprobara por unanimidad, a petición de EUPV, el traslado de sus restos a Valencia y la rotulación de una calle de su querido Cabanyal con su nombre. Poco para un valenciano que cuando falleció en 1970 en su exilio parisino, pidió ser enterrado con la senyera, la tricolor y un puñado de arena de la playa del Cabanyal. Casi tres años han pasado y José Ballester, y con él muchas otras personas buenas, siguen esperando.

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