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Busquen a Josh Rouse

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Cuando se afeitaba, su emisora favorita emitía Diario de la crisis. Esos terribles o esperanzados relatos de gente como él le turbaban. Desde el primer día le acompañó el soniquete de la canción que introducía el programa. Era una canción perfecta, de esas que no se cansaba de escuchar. Su sobrino le llevaba a una de las playas más apetecibles del mediterráneo, puso un CD. La canción que sonaba era la del soniquete, la fantástica Quiet town de Josh Rouse.

La imagen del chico dormido en posición fetal en un patio de luces de un inmueble del barrio del Carmen nos persigue.

Se critica a quienes alquilan pisos en barrios emblemáticos a los nuevos visitantes, unos que no han llegado atraídos ni por la Fórmula Uno, ni por la Copa América o por los edificios de Calatrava. Se opina sobre los macro o micro botellones que organizan. Son jaraneros y ruidosos. Hay muchos. Son jóvenes, les queda mucha vida para recordar lo que hicieron, unos días un verano, en Valencia. Algunos de ellos serán científicos; otros, escritores, músicos, albañiles, comerciales o cualquiera de las cosas que les dejen ser.

Han estado aquí. ¿Cómo recordarán esto? ¿Recomendarán a más gente que venga? ¿Volverán? Sin leer Entre limones de Chris Stewart nunca habrías ido a las Alpujarras. Te motivaba más ir a la ciudad de Barcelona por Eduardo Mendoza o por David Leavitt que por las olimpiadas del año 1992. Y entonces te preguntas cuántos de los que han venido a Valencia lo han hecho por Josh Rouse.

Búsquenlo. Es norteamericano y vive en Valencia desde hace casi una década. Dicen que se instaló aquí por amor a una valenciana. Muchas de las canciones que shazameas, porque te llaman la atención, de la series Doctor House o Anatomía de Grey, son suyas. Ganó un Goya a la mejor canción original, una de la película La gran familia española. Tiene muchos discos. The happiness waltz debió componerlo aquí porque refleja lo que es un ser feliz, reivindica placeres sencillos: la tranquilidad de un café, el atractivo de lo cotidiano, el amor, el buen humor, la brisa marina. Tiene una canción que se llama Valencia en un álbum titulado El Turista.

Búsquenlo. Pregúntenle qué tiene el Kas que le gusta tanto, a dónde va en bus, en qué zona de la calle Jesús vive. Dicen que va mucho a un bar de la calle Alcira que se llama Cracovia, bullicio cultural. Dicen que va a presentar un disco nuevo y que actuará en Madrid el 3 de septiembre antes de iniciar una gira de un mes por Estados Unidos. Hay quien lo ha encontrado después de un concierto en Matisse y le ha preguntado esas y otras cosas. Dicen que siempre contesta con una sonrisa.

Si lo encuentra alguien del ayuntamiento que le nombre hijo predilecto o algo así. ¿Cuántos vienen y vendrán a esta «quiet town» gracias a él?

Desde que despierta, a Lola le gusta inventarse vidas, las de otros o la suya propia. Inventa tantas y tan detalladas que no duerme mucho. Ha leído tantos libros y artículos de Muñoz Molina y de Elvira Lindo que no le queda mucho que inventar sobre ellos. Está convencida de que podría ser su amiga, por lo que cuentan. También vive su propia vida, ahora probablemente la mejor de sus vidas posibles, incluyendo las inventadas.

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