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Botellón a la luna de Valencia

Botellón a la luna de Valencia

El Síndic de Greuges, en su informe correspondiente a 2014 ha pedido al Ayuntamiento de Valencia más contundencia contra la práctica del «botellón». José Cholbi no se ha andado con sutilezas y ha pedido al consistorio incomodar y disuadir sin descanso a los jóvenes en sus comportamientos poco cívicos.

El «botellón», como todo el mundo sabe, lo practican jóvenes generalmente menores de 30 años en espacios públicos. Donde quedan, es frecuente que se produzcan molestias, ruidos, suciedad, percepción de inseguridad ciudadana y degradación del paisaje urbano. Pero a pesar de las prohibiciones, cada vez más jóvenes, con menor edad, consumen alcohol los fines de semana para divertirse y relacionarse de una forma más desinhibida con lo que se generan problemas de convivencia inaceptables.

Hay quién piensa que con la aplicación de la ley debería ser suficiente para erradicarlo, insisten en exigir la presencia policial cada fin de semana donde se practica el «botellón», sin embargo no resulta sencillo de erradicar y su existencia obliga a gestionar una costosa respuesta municipal que implica recoger los residuos, limpiar la zona, controlar el ruido, e intentar mejorar la percepción de inseguridad ciudadana provocada.

No deja de resultar paradójico que mientras que en la ciudad se han potenciado al máximo las zonas de copas, animando así al consumo de alcohol como modelo de ocio nocturno más generalizado, se niegue a la juventud espacios donde poder reunirse. La tolerancia al alcohol está ampliamente aceptada en nuestra sociedad y la costumbre de beber está muy extendida y aunque la ley prohíbe beber en la calle, sí se puede consumir alcohol sentado en una de las más de tres mil terrazas que hay en la ciudad. Se quiera aceptar o no, el elevado precio de las copas en los establecimientos, entre otras razones, empuja a la juventud a la práctica del «botellón», de ahí que la concejal de Seguridad Ciudadana, Sandra Gómez, se haya planteado solicitar a los hosteleros que moderen los precios de las copas, pero la mayoría no está por la opción de bajarlos. Así las cosas, como cuando las puertas de Valencia se cerraban, cuando era una ciudad amurallada, y sólo quienes podían pagar entraban, y los que no se quedaban a la luna de Valencia, si no nos atrevemos a abordar éste problema, los que no pueden pagar seguirán bebiendo a la luna de Valencia.

Es sabido que la oferta de ocio juvenil es escasa, que faltan lugares donde puedan reunirse, hasta la fecha ha faltado valentía para diseñar espacios que ellos pudieran gestionar, lugares para divertirse no necesariamente bebiendo, dónde se respete el descanso ajeno, se exija que la protección de su salud sea una premisa previa irrenunciable y que se hagan responsables del mantenimiento, en condiciones de salubridad y limpieza, de las instalaciones o espacios cedidos.

A pesar de lo que señala el Síndic de Greuges, hasta la fecha las medidas estrictamente policiales y de prevención no han sido efectivas para erradicar el «botellón» y puesto que el ayuntamiento ha aceptado un modelo de ocio que ha llenado de bares, pubs y terrazas la ciudad, convendrán conmigo que sería justo ahora hacer un esfuerzo adicional y pensar como resolvemos éste problema, en lugar de dedicarse únicamente a incomodar y disuadir sin descanso a los jóvenes.

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