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La huella de Capuz y Gabino

Misterios escultóricos

Los nuevos gestores culturales deberían rescatar del olvido a Ignacio Casar Pinazo, Rafael Company o Manuel Muñoz, presidente de la Real Academia de San Carlos

Este pedrusco es el expoliado monumento a Capuz en Valencia, aunque más parece un monumento a la incultura y a la desidia intelectual.

David Cubillos-Capuz, biznieto del escultor José Capuz, ha viajado hasta Valencia desde Madrid, donde reside, para visitar el «Jesuset» del que hablamos en esta sección. David es un joven arquitecto con amplia formación artística, ha trabajado en galerías de arte y anda enfrascado en la creación de una Fundación Capuz que preserve el legado de su bisabuelo.

Le acompaña en tan encomiable aventura José Francisco López, investigador de Cartagena que prepara su tesis doctoral sobre Capuz, alma de su gran exposición sobre la inspiración de la estética clásica pagana en el arte cristiano capuciano e impulsor de una magna muestra que algún día habrá de hacerse sobre don José.

Todas las piezas tienen su historia curiosa. Si el origen del Jesuset era llamativo, David complementa la leyenda encontrando una inscripción en el pie de la figura con el nombre de Gabino. Esto genera dudas sobre el autor, y dos teorías.

Quizás Capuz obsequió con una obra de Gabino, que era su amigo. La familia propietaria aporta que durante la guerra civil la talla sufrió grandes daños al ser ocultada debajo de un fregadero, y quizás el restaurador Gabino dejó allí su impronta.

Sea quien sea el padre de esta obra, la escultura es bellísima y nos retrotrae a un Eros juguetón de la era de la mitología clásica. Pero esta anécdota nos revela la relación entre Capuz y los Gabino, todos creadores auténticamente olvidados en su tierra natal.

Internet es hoy en día nuestro referente cultural, y lo que no está en Wikipedia parece no existir. Sin embargo hay algo todavía más poderoso que la red: los libros.

El documentadísimo Francisco Agramunt Lacruz publicó en 1999 su monumental «Diccionario de Artistas Valencianos». Allí encontramos acertada noticia de padre e hijo.

Alfonso Gabino Pariente, coetáneo de Capuz, estudió con él en San Carlos. Capuz se fue a Madrid y Alfonso se mantuvo aquí. En 1934 obtuvo el Premio Nacional de Escultura y en 1934 se atrevió con una alegoría de la República en el Salón de Otoño. Este Gabino fue seguramente el autor o el restaurador del Jesuset. En 1947 expuso en el Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid, como referencia un NODO de la época.

Pero su hijo Amadeo Gabino Úbeda fue el no va más. Nacido en 1922 e iniciado en el taller de su padre, voló muy pronto al extranjero, estudiando en Roma, París, Hamburgo y Nueva York. Al igual que Capuz se casó una italiana, este Gabino se casó con una alemana que todavía vive. Tuvieron tres hijos.

A finales de los cuarenta, también instalado en Madrid, inició su fructífera relación con diversos arquitectos. En la Exposición Universal de Nueva York realizó la verja del pabellón español. Expuso en los cinco continentes, y probablemente llegó a lugares donde ningún valenciano había llegado nunca, como China o Japón.

Por supuesto, era demasiado moderno para Valencia. Sus esculturas están en las principales capitales del mundo y aquí apenas tenemos nada, aparte de la figura en la entrada del Colegio de Arquitectos y su nombre en una calle trasera de la avenida Blasco Ibáñez.

¡Cuantos grandes artistas olvidados! Los nuevos responsables de los grandes museos tienen mucha tarea por delante. Ignacio Casar Pinazo, Rafael Company... ¿por cierto, por qué no recuperan también a Manuel Muñoz, al actual presidente de la Real Academia de San Carlos que transformó la Beneficencia en el centro cultural que hoy es?

Para completar estas anécdotas escultóricas aportaremos hoy el boceto monumental que Lluis Llavata presentó en el ayuntamiento en el año 1931 para plantar una falla municipal en la plaza de Emilio Castelar. Hubiera sido la primera. Pero el alcalde José Maestre, ultraconservador y represor de sindicalistas, contestó que aquello era un adefesio. Después de la exaltación de Pepita Samper como Reina Fallera plantar aquella moderna valenciana art-decó lo consideró «un ultraje a la mujer valenciana». Un mes después fue sustituido por el republicano Vicent Marco Miranda, pero el proyecto no fue retomado.

Lo que es un auténtico ultraje a lo valenciano es cómo está la escultura dedicada a José Capuz en la calle de su nombre. Sirve para apilar mesas y sillas de una horchatería. Han arrancado el busto del autor y las letras de su nombre ni se leen. Lo que es más grave es que ha desaparecido la preciosa escultura del «Niño de la Concha». ¿Está retirada en un almacén municipal o simplemente la han robado para vender el bronce?

Valencia, la tierra de los misterios escultóricos.

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