Que Valencia sea la Copenhague del Mediterráneo. Ese es el deseo y la aspiración del alcalde de Valencia, Joan Ribó, manifestado en numerosas ocasiones desde que accedió al gobierno municipal. De hecho, Giuseppe Grezzi, concejal de Movilidad Sostenible, viajó este verano a la capital danesa y se entrevistó con su homólogo para aprender de la ciudad que ha hecho de la sostenibilidad su seña de identidad. Elegida tres veces seguidas por la revista británica de tendencias Monocle como la ciudad más habitable del planeta, capital verde europea en 2014 y designada por una investigación de The Economist Inteligence Unit como la capital más sostenible de Europa, la sombra de Copenhague es sin duda alargada y parecerse a ella es un reto complicado que requiere de voluntad, dinero y un trabajo a largo plazo. Pero, ¿cómo de lejos está Valencia de Copenhague?

El relativamente nuevo interés por las bicicletas que se ha despertado en la ciudad de Valencia y su reciente inscripción en la red de ciudades bici europeas contrastan con el largo recorrido de este transporte en Copenhague. Ya en los años setenta, fruto de la crisis del petróleo, sus ciudadanos exigieron a sus gobernantes que apoyasen una nueva forma de transporte urbano que les permitiese escapar del fuel además de ser sostenible. Empezó así un camino consensuado por todas las fuerzas políticas que no tiene vuelta atrás.

En la actualidad, la capital danesa tiene más de 400 kilómetros de carril bici construidos. En las calles, de hecho, hay tres zonas claramente distinguidas: las aceras para peatones, los carriles para bicicletas „ que están a la altura de la calzada„ y el tramo para automóviles. Incluso cuentan con «ciclovías», autovías específicas para bicicletas que tienen sus propios semáforos y señalizaciones y que persiguen hacer más sencilla y menos arriesgada la opción de ir a todas partes sobre dos ruedas. Los aparcamientos de bicicletas están en todas partes y su conducción está perfectamente regulada, con multas, por ejemplo, de más de 50 euros por conducir una bicicleta sin luces delanteras y traseras por sus amplias calles. Además, hace décadas que empezaron a apostar por la peatonalización de las calles del centro y la salida del coche de las mismas que ahora se busca en la capital del Turia. En cambio, Valencia queda lejos de esto con un carril bici que apenas alcanza los 200 kilómetros y que no llega al centro de la ciudad. La convivencia pacífica de los conductores de bici con los de automóvil y los peatones, todavía parece complicada.

Más bicicletas que habitantes

Hablando de cifras, en Copenhague el número de bicicletas supera al de habitantes (1.200.000) en 40.000 y más de la mitad de ellos se desplaza diariamente en bicicleta. Los automóviles más caros de Europa y los elevados impuestos de matriculación y alquiler de coche así como un transporte público caro se esconden también detrás de este impulso. Allí, la red de bicicletas públicas (lo que sería el equivalente a nuestro Valenbisi) pierde cada vez más fuelle. Y no porque el interés por la bici caiga, sino porque, al ser tan usadas, lo normal es que todo el mundo tenga al menos una en casa y el alquiler público (gratuito) sea solo para turistas. Además, la movilidad sostenible también es rentable. Y es que la exportación de su modelo se ha convertido en un enorme negocio. Solo en 2014, 2.600 delegaciones de todo el mundo interesados en aprender de la capital danesa.