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Comprender lo elemental

Comprender lo elemental

Como todos los domingos habían tenido comida familiar, Carmen tiene cinco hijos y diez nietos, y aunque es difícil que puedan reunirse todos, siempre acude alguien a comer con ella. Se acababan de marchar cuando salió a la terraza para ver si las plantas necesitaban algo de riego. Tiene una preciosa terraza llena de plantas y flores. El menor de sus hijos es un gran aficionado a la jardinería y dedica a las plantas todo su tiempo libre. Ella piensa que la suya es la terraza más bonita de todo el pueblo y disfruta mucho viendo las crecer las flores. Se disponía, como todas las tardes de domingo, a ver el programa de María Teresa Campos. Le distrae mucho, siempre lo ve. Ella se justifica diciendo que los cantantes lo hacen muy bien, que las canciones son tan bonitas como las de antes y que además conoce a casi todas las personas que entrevistan. Vive desde hace ochenta años en una casa de pueblo grande y bonita, en ella han nacido todos sus hijos. La casa con el tiempo se ha ido rehabilitando y llenando de muebles, cuadros, alfombras y todo tipo de cachivaches que van llevando sus hijos con la excusa de que allí cabe todo. Esa tarde no llegó a ver «Qué tiempo tan feliz», no recuerda nada, una inesperada subida de tensión le hizo perder el conocimiento. Se desplomó. Afortunadamente, despertó pronto y sintió que se había dado un fuerte golpe en la cabeza. Sangrando, como buenamente pudo, se fue arrastrando por todo el salón. Sorteando varios obstáculos, llegó hasta el recibidor y desde ahí, poco a poco, se fue deslizando hasta el balcón principal de la casa.

Por suerte había dejado el balcón abierto, pero la voz casi no le salía del cuerpo. Comprendió lo que es sacar fuerzas de flaqueza y gritó hasta que consiguió que Iluminada, la vecina de enfrente la oyera. Suerte tiene de vivir en un pueblo donde todas las personas se conocen y se ayudan. Miguel y Teresa, sus vecinos, la llevaron al ambulatorio mientras llegaban sus hijos. Una cura de urgencia no resultó suficiente. Tuvo que ser atendida en el hospital. En la UCI coincidieron hijos, nietos y Paquita, su hermana. ¿Van a entrar todos?, preguntó la enfermera. Disculpe, entraremos de dos en dos, para no fatigarla, pero comprenderá Vd. que todos queremos verla y desearle mucho ánimo. Con la claridad de siempre, a pesar de las múltiples magulladuras, dijo: ésta vez no ha sido culpa mía, no he tropezado con nada y no recuerdo nada en absoluto. Un TAC y luego un angioTAC han confirmado que tuvo un pequeño derrame originado por una subida de tensión que provocó un desvanecimiento y una fuerte caída.

Con toda la cara morada, y el cuerpo magullado se recupera poco a poco. Es muy fuerte, aunque a veces no lo crea, lo es. Mientras todo vuelve a la normalidad es momento de pensar que con demasiada facilidad culpamos a las personas mayores de su torpeza y falta de reflejos, como si sentirse débil, tropezar, no oír bien, no recordar, no poder abrir una lata etc. fueran cosas que se hacen a propósito, para molestar. Por desgracia sucede que hasta que no te haces mayor no comprendes éstas cosas tan elementales.

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