Una catástrofe natural que sirvió para transformar Valencia. Mañana se cumplen cincuenta y ocho años de la riada de 1957, un desastre que causó al menos 81 muertos y cuantiosos daños materiales. El Turia, totalmente desbordado, asoló la ciudad. Del agua sólo se salvaron los barrios de La Seu y La Xerea, en el corazón de Ciutat Vella, la zona más alta. Las alturas alcanzadas durante la riada en algunos lugares de la ciudad oscilaron desde los 40 centímetros en la Avenida Reino de Valencia, pasando por los 80 centímetros en los Jardines del Real, los 2,25 metros en la Plaza de Tetuán, los 2,70 metros en la Calle Pintor Sorolla, o incluso los 3,20 metros en los Jardines del Parterre. La Calle Doctor Oloriz llegó a registrar casi cinco metros y medio.

Ya entonces, la falta de ayuda del gobierno central originó que el alcalde en aquellos momentos, Tomás Trénor Azcárraga, se enfrentara a Francisco Franco. Algo que le costó la destitución aunque a partir de ese momento se agilizaron las ayudas y se abordó el proyecto del Plan Sur, con el desvío del Turia y la transformación del viejo cauce en jardines hasta el actual pulmón verde.

Las instantáneas de la calle Barcas inundada, o el puente de Serranos abatido por las olas de una crecida espectacular, pueden contemplarse ahora en la exposición «Hechos de Agua», instalada en el Centro Cultural Bancaja. La muestra permite, además, asomarse a la metamorfósisi de Valencia en los últimos 125 años a través de las mejoras que se introdujeron tras la riada en cuanto al desarrollo urbanístico al que contribuyó la empresa Aguas de Valencia.