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Retratista de la huerta

El pintor que nació en una Barraca

Rafael Mocholí Soto es el último gran retratista de l'Horta y en sus lienzos recrea las alquerías, los cultivos, las casas, los azulejos... todos los detalles - Entró en la pintura a los 27 años, después de toda una juventud dedicada al trabajo agrícola en la huerta

Rafael Mocholí con su nieta Clara, ante la actual alquería que sustituyó a las antiguasbarracas c. r.

Nacer en una barraca predestina. Poca gente puede presumir de ello. Rafael Mocholí Soto nació en una barraca del «camí dels Anouers» que enlazaba la Carrera en Corts con los Tres Camins de Pinedo, el 24 de octubre de 1930. La semana próxima cumplirá 85 años, gozando una plena forma física. Mocholí vive donde nació. En los años cincuenta las barracas de Montoro fueron sustituidas por la alquería donde ahora habita con su hija, su yerno y su nieta. Su padre, Antonio Mocholi Soler, era labrador, igualmente que la familia de su madre Concepción Soto Puig, huérfana desde muy niña. Eran estirpes ligada a la tierra, hasta que en los años setenta el desarrollismo de Mercavalencia destruyó aquel hábitat. Curiosamente, la alquería de Mocholí parece una isla en medio de las naves industriales, sólo se salvó este pedazo de huerta.

Aquellas infancias de antaño en l'Horta de Russafa son irrepetibles. La libertad era la rutina habitual, sólo controlada por el estricto trabajo del campo. Mandaba la naturaleza, incluidos los inmisericordes mosquitos. A lo lejos, la ermita de San Antonio como punto de relación social, y el cercano poblado de Castellar y L'Oliveral. Como borrón maldito del cuadro, aquella guerra incivil regada por aviones que bombardeaban la zona para intentar acertar al cercano Puerto de Valencia.

Rafael fue a la escuela de don Gaspar en la Carrera En Corts, donde ya despuntaba como dibujante. En el Liceo Carbonell coincidió como alumno con el acuarelista Estellés. Cuando Rafael, en plena posguerra, dijo que quería ser pintor y matricularse en San Carlos, la familia, muy religiosa, consultó con el capellán del Patriarca y este contestó que, en las condiciones en las que se encontraba el país, ser artista no tenía ningún futuro.

Las faenas del campo ocupan los primeros años de este labrador destinado a ser pintor. Trabaja la huerta y también los arrozales que su familia posee junto a la Albufera. Descubre el mundo de luces del lago desde los embarcaderos del Pechinar, el Tremolar y el Canal. Todavía recuerda las tardes recolectando morera para alimentar a los gusanos que se criaban en la «cambra» de la barraca y cuyos capullos se vendían al peso en la Lonja. También la atención a los animales, y aquellos tazones de leche recién ordeñada que nunca volverán.

Lo ponen a estudiar comercio en el barrio del Carmen, aunque él soñaba con la pintura. Desarrolla muchas actividades de juventud, incluyendo la consecución de un teatro para el barrio, dentro de «Educación y Descanso». En una visita a la sede central de la Plaza de la Reina descubre las clases de arte, y pide incorporarse.

Mocholí entró en la pintura a los 27 años, después de toda una juventud dedicada al trabajo huertano. No tenía ningún antecedente ni guía en su familia. Era completamente autodidacta, y de repente empieza a sorprender con lo que pinta. Su primer cuadro original es la trilla del arroz en una era, con el que consigue inmediatamente un premio.

Rafael retrata el campo. Es el último gran testigo de l'Horta. En sus lienzos recrea las alquerías, los cultivos, las casas, los azulejos... todos los detalles. Aquel mismo año de 1958 se casa en la ermita con su cuñada Carmen, viuda de su hermano fallecido tempranamente. Carmen también es de la tierra, de la «Ca Llacer» ubicada en Pinedo, cerca del mar, por ello eran denominados «blavets».

Carmen, madre de su hija Inma, es el motor necesario del artista. Ella cubre progresivamente las faenas agrícolas para que su marido pueda pintar. Empiezan las aventuras, los viajes al exterior. Expone en Madrid y en Barcelona. Lo vende todo. Se convierte en un fenómeno artístico. Lo entrevistan. Se hace famoso. Ya no busca él galerías para exponer, sino que las galerías lo buscan a él.

En compañía de su amigo Progreso „ el nombre era una originalidad del idealismo republicano„ Rafael viaja a Italia en 1973. Realiza una gira donde se empapa de lo clásico.

Ya es un maestro, pero su humildad es proverbial. Vive con sus viejos vecinos, no muestra soberbia. Inma se casa con Joaquín, insigne ferroviario, tienen a Clara, actualmente estudiante de Obras Públicas. La vida sigue.

Su última etapa son los grandes paneles murales que regala a la Iglesia de San Martín de Porres de l'Oliveral y al altar de Sant Vicent Ferrer de Russafa. Quizás el más bello sea ese «Espíritu de Valencia», alegoría de un sentimiento patriótico que perdura siempre en su arte. No en balde Rafael Mocholí es el pintor que nació en una barraca.

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