Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Música a la luz del día

Música a la luz del día

Mucho se habla de la salud de la escena local musical de Valencia, con opiniones para todos los gustos. Más allá de ello, también, entre los que nos movemos en esto a diario, debatimos sobre la salud de los conciertos en la ciudad, el equilibrio entre promotores, calidad de propuestas y respuesta del público. Hablamos, siempre, de conciertos e iniciativas de circuito regular, no de los grandes eventos en enormes espacios. Y, también aquí, hay opiniones dispares.

Suelen hervir las redes sociales en este sentido, cuando músicos más que los propios consumidores, a través de sus perfiles (públicos, no lo olvidemos), arremeten contra esta o aquella iniciativa, con contundencia, y a veces hasta con veneno en sus palabras. Resulta sorprendente. Siempre fui partidario de cuanto más, mejor. Incluso, cuando algunos organizadores de conciertos o gerentes de salas decidieron apostar por los conciertos infantiles, hace un par de años, se levantó una corriente crítica tachándolos de oportunistas. Me pregunto si ellos mismos se preguntan sobre el daño que esa opinión (loable, válida y democrática, por supuesto) provoca en el entorno. Parecen olvidar que promover es un negocio. Basta conocer a algunos promotores locales para darse cuenta de que, a veces, dejan de programar cosas que desearían pero que en ese momento se antojan inviables, posiblemente por la duda de la respuesta del público o por los altos cachés de algunos artistas que siguen aflorando pese a la crisis. Sí, la crisis del IVA cultural.

Hace años que no me seduce especialmente salir de noche. Hablo con algunos amigos y me dicen lo mismo. Trato de ver iniciativas y propuestas que puedan saciar mis ganas de ver algún concierto a plena luz del día. Y las hay. Ya lo creo que las hay. Sin ir más lejos, locales como el Ubik Café en Russafa ofrecen conciertos los sábados y los domingos a mediodía. No todos, pero sí una gran cantidad de ellos. Lo mismo ocurre con La Peseta en El Cabanyal, o mensualmente, al menos hasta que acabe el año, en la terraza de La Rambleta. Si bien los dos primeros abogan por bandas locales, en el caso del tercero, a razón de un concierto al mes, ofrecen, a través del patrocinio de un gran grupo de telecomunicaciones, un cartel de peso a nivel estatal, con nombres que podemos encontrarnos fácilmente en el circuito de salas nocturno.

Y todos estos ejemplos, que no son los únicos de la ciudad, promueven por lo general estas iniciativas sin coste. Gratis, sí, la palabra que parece que despierta instintivamente nuestras ganas de acudir en masa se ponga quien se ponga por delante. Algo quizás peligroso, porque por el mismo motivo que casi todos los ciudadanos de a pie tenemos claro que consumir una bebida en un bar implica pagarla, acostumbrar a no pagar por ver espectáculos puede provocar, a la larga, un hábito ciertamente antinatural.

Es muy bueno que al circuito nocturno le conteste en paralelo el diurno, porque para gustos colores y todo genera diversidad y movimiento. No hay nada, al menos para un servidor, como salir un sábado o un domingo por la mañana y poder ver un concierto en directo mientras saboreas un buen aperitivo. La respuesta de público suele ser positiva. Así que, mientras esperamos que las cosas en este sentido cambien en lo institucional, apoyando y apostando por este tipo de iniciativa, no cabe más que aplaudir las propuestas privadas que lanzan este tipo de eventos. Porque el motor de una ciudad lo agita el continuo movimiento y el equilibrio entre propuestas y participación ciudadana. Así que cada cuál que escoja. Y cuanto más, mejor.

Compartir el artículo

stats