En noviembre de 1985 se publicó el Avance del Plan General de Ordenación Urbana de Valencia, preparado por un calificado equipo liderado por el alcalde Ricard Pérez Casado. Es de suponer que el alcalde Joan Ribó Canut y su calificado equipo municipal, están preparando un documento en el que, con el criterio de que sin memoria no hay futuro, se planteen las líneas maestras políticas, técnicas y ciudadanas, para la revisión integral del PGOU de 1988 y la elaboración del planeamiento innovador, participativo y sostenible que necesita la ciudad y sus habitantes en el siglo XXI.

Como ya habrá tiempo para colaborar en ello, las presentes notas se centran en dos infraestructuras-dotaciones (una virtual y otra real), sobre las que se ha generado tal cantidad de textos e imágenes en los últimos 40 años, en estudios, proyectos y artículos, que ocuparían varios tomos o un enorme archivo digital: El Parque Central de Valencia y las naves ferroviarias diseñadas por Demetrio Ribes a comienzos del XX.

El último artículo que he leído, con mucha atención y gusto por lo demás, está firmado por Adolfo Herrero (Triste herencia, Levante-EMV 17/10/2015); y en él se plantean tres consistentes y pertinentes postulados y se hace oportuna referencia a una propuesta del también colega Josep Mª Sancho.

El primer postulado parte de la premisa de que el enterramiento de la estación es un objetivo funcional metropolitano irrenunciable, y termina con la propuesta de que el edificio de Ribes que alberga la actual Estación del Norte podría convertirse en una estación de autobuses, centralizando en él la coordinación entre los modos de transporte como ferrocarril, metro-tranvía, autobuses interurbano y, me permito añadir, de bicicletas, modalidad de creciente, saludable y promisorio uso en nuestra ciudad.

Compartiendo los postulados de Herrero, la factible reconversión del edificio grande del insigne arquitecto valenciano, me ha remitido al debate sobre el uso de las aledañas naves que sirvieron de talleres; discusión que pudo haberse iniciado hace 20 años y que hoy está en un punto crítico que podría ser dramáticamente irreversible: Su restauración está ad portas por la urbanización, ya adjudicada, de la primera parte del proyecto ganador en el enésimo concurso de diseño del Parque Central, el de la alcaldesa Rita Barberá Nolla, sin que se haya definido su uso, lo cual es, a todas luces, absolutamente ilógico.

Por lo tanto y llamando al sentido común de autoridades, ciudadanos/as y vecinos/as de Russafa, me permito volver sobre la propuesta que he sustentado en doce (12) artículos escritos entre 2008 y 2011: Convertir esa naves en potente centro de coordinación y difusión del Sistema Valenciano de Innovación (SVI), integrado por universidades, empresas e institutos tecnológicos de toda la Comunitat Valenciana; SVI que tuvo un espectacular desarrollo desde 1986 (primera ley de Ciencia e Innovación en España), hasta 1996, cuando empieza su penoso declive por obra y gracia de los Zaplana, Camps, Olivas, Blasco, Castedo, Cotino y demás agentes del sistema valenciano de corrupción.

Pero el SVI está vivo gracias al trabajo cotidiano de directivos, técnicos y trabajadores que han mantenido a flote las entidades (salvo algún lamentable hundimiento) y es hora de poner en valor ese esfuerzo y la potencialidad del SVI para el desarrollo local, regional, nacional, europeo e iberamericano, atendiendo a criterios cooperativos y fraternales y no competitivos ni fratricidas, como corresponde en un mundo globalmente amenazado por las guerras, la desigualdad, la sobreexplotación de recursos y el cambio climático. El alcalde Ribó y el concejal de Innovación, Jordi Peris, tienen la palabra. Todos/as podemos ganar!!