No te pido que me lo mejores, iguálamelo». Esta frase corresponde a un «sketch» de José Mota, que se hizo viral; y que viene bien como colofón a lo que me gustaría comentar. Desde la crisis que comenzó a gestarse en 2008, se han notado los recortes que todos sufrimos. Entre otros, me gustaría detenerme, ahora que hay un nuevo equipo municipal, en la necesidad de invertir en conservación de la ciudad. Observo un cierto deterioro: basura por las calles, pintadas, mobiliario urbano en mal estado, aceras con baldosines levantados, edificios en ruinas parados (comprendo que esto es más difícil de solucionar y que viene de antes), etc.

No hay que olvidar que la suciedad atrae más mugre; mientras que la limpieza atrae más pulcritud: es la lógica de la vida social. No necesito demostrarlo. La verdad sea dicha, Valencia ha sufrido una gran transformación para bien (tarea de la anterior alcaldesa „ Rita„ y sus equipos de gobierno: que es de bien nacidos ser agradecidos); y la ciudad, a mi parecer, es bastante bonita; y ha alcanzado una madurez impensable hace treinta años. Ciertamente, falta por hacer y proyectos por culminar: una ciudad, nunca está «terminada». No obstante, no se corresponde el ser la tercera ciudad de España con los visitantes nacionales o extranjeros que acogemos: hay ciudades más turísticas. Después de Barcelona, está Madrid a la que sigue Palma de Mallorca?, Sevilla. Valencia está en décima posición en este ránking.

Sin embargo, tiene unas cualidades estupendas para lograr ser un destino turístico de primer orden. Y no conviene olvidar que España es el primer país de la Unión Europea en recibir alumnos Erasmus; y Valencia ocupa un lugar preeminente. Y esto es un índice manifiesto de la preponderancia de nuestra ciudad, amén de un indicativo sobre las ventajas de vivir (y estudiar) aquí: clima, gastronomía, aprendizaje del idioma, relación precio-calidad, transporte, nivel de las Universidades, etc. Esos chicos/as establecen vínculos de futuro con nuestra ciudad. ¡Volverán con los suyos!

Doy estos datos para situar las cosas, de modo que, como decía al inicio, no se trata solo de realizar inversiones costosas (de hecho, las habidas están todavía por amortizar, tanto económicamente como de rentabilidad turística), sino de «conservar» lo que disponemos. Sería penoso que nuestra ciudad generara insatisfacción, inseguridad «ecológica», deterioro de su imagen, o ausencia de proyección como ciudad de acogida y de especial significación. Lo dicho, no se trata de que me lo mejores, basta con que lo iguales. Porque, a menudo, conservar „hacer que el tiempo no pase factura„ es sinónimo de mejora.