Uno de los lugares que se visita en las rutas del misterio es la plaza del Esparto, en pleno corazón de la ciudad. Allí se registra el primer episodio paranormal de primer orden registrado en España y justamente este año, la pasada primavera, ha cumplido su primer centenario. ¿Qué fue lo que, durante un par de meses, subyugó, atemorizó e interesó a media ciudad? Lo que está claro es que eran unos ruidos que se percibían claramente, a la vista de todo el mundo, incluyendo las autoridades y fuerzas del orden, que fueron movilizadas para tratar de averiguar qué era lo que llevaba a maltraer a los habitantes del inmueble situado en el número siete de la mencionada plaza.

Cien años y varias generaciones después, el caso está cerrado sin solución. Los golpes y ruidos desconcertantes no encontraron respuesta. Hubo un aumento en el número de servicios religiosos para atender la presunta petición de la presunta alma en pena, que era la que purgaba en las entrañas del edificio. Hubo ejercicios espirituales, se examinó el inmueble palmo a palmo, incluso se chapoteó en las alcantarillas. Los ciudadanos se concentraron por cientos para tratar de satisfacer su curiosidad, llegando a provocar auténticos problemas de orden público. Y mientras, los inquilinos del entresuelo, la familia Colomero, vivían aterrorizados. Muchas décadas antes de que se acuñara la expresión «Poltergeist», alguien o algo —no era imaginación, porque lo escucharon cientos de personas— mantuvo en vilo a la ciudad.

¿Cómo acabó todo? De la misma manera que llegó: de repente desapareció y no volvió a saberse nada. Queda el misterio y su bibliografía. Si fue un alma, nos lo confirmará en su momento. Si fue un bromista, se llevó la broma a la tumba.