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Camals mullats

Desconexión

Desconexión

Era el último viaje al trabajo. Llevaba días advirtiendo a su familia que no pensaba ser uno de esos jubilados que van cargados con la bolsa de la compra o que esperan la salida de los nietos del colegio con la merienda en una bolsa. Él no era de llevar bolsas. Treinta y cinco años pasan volando. Había asistido a muchas despedidas de compañeros. Se jubilaban con una sonrisa en los labios y lágrimas en los ojos. Él no. Tantos años cultivando la fama de mala leche para echarla a perder el día de la desconexión.

Ayuntamientos democráticos y instituciones autonómicas vieron en los años ochenta como savia nueva entraba por sus burocráticas venas. Administrativos, arquitectos, conductores, economistas, ujieres, policías€ Jóvenes que pasaron a ser funcionarios municipales. Sin darse apenas cuenta fueron protagonistas de un cambio radical, el del paso de un régimen autárquico a uno democrático. Peinando canas y con algún achaque de salud les ha llegado la hora de finalizar el contrato de servicio al ciudadano. En un goteo acelerado se van jubilando, manteniendo ánimo y lucidez.

Desde entonces han cambiado mucho las cosas. Se ha externalizado muchos servicios, se ha delegado muchas funciones públicas en empresas privadas, se ha limitado al máximo la función pública, pero sigue viva la sensación de que necesitamos un funcionariado potente que nos garantice ecuanimidad y defensa de los intereses públicos.

En uno de los episodios del «Ala Oeste de la Casa Blanca» alguien le recuerda al Presidente Barlet que Roosevelt creó la clase media en cien días. Llevamos tantos años de crisis que se empieza a hablar del «precariado», de esas clases medias proletarizadas que han gastado sus ahorros y no ven futuro para sus hijos.Nos cuesta mucho construir «lo nuevo» cuando «lo viejo» se resiste a despedirse. Keynes creía que en 2030 nos bastaría con trabajar unas quince horas a la semana para mantener nuestro nivel de vida una vez tecnificáramos nuestros procesos de producción. Si se pudiera asomar a este mundo de jornadas laborales interminables por salarios de miseria, con extrema tecnificación, se volvería a esconder.

Ojalá nuestro ayuntamiento encuentre recursos para reponer a los funcionarios que se jubilan. El programa «works progress administration» de Roosevelt, después de la crisis del 29, generó millones de puestos de trabajo. Edificios públicos, carreteras, infraestructuras se construyeron en esa época pero pocos recuerdan los contratos que se hicieron para escritores que redactaron guías turísticas, artistas que redecoraron masivamente espacios públicos y autores que escribieron obras de teatro para consumo colectivo.

Escéptico como era estaba convencido de que había truco. Ella reservó por internet una visita guiada de tres horas por el centro de Praga. La cita era en la Plaza de la Ciudad Vieja. Cuando llegaron, verificaron que tenían reserva y amablemente excluyeron a los que no la habían concertado . Les explicaron cómo funcionaba el reloj, entraron a la Iglesia de Tyn, pasaron por la plaza de Wenceslao y seguían sin hablar de dinero. Se fotografiaron junto a Kafka, patearon el barrio judío, vieron el Golem. En la Catedral de San Vito, al final de las tres horas, se les sugirió que dieran una propina. Sin presión. La dieron, como todos. Hay veces que lo que se promete se cumple. Él seguía buscando el truco, escéptico como era.

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