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Los contrastes de la ciudad

El talud que separa la historia de Sant Isidre

La calle que da origen al barrio conserva un fabuloso aroma a pasado, cuando la huerta rodeaba sus casas La calle Pau, sin un plan claro de salvación, sigue olvidada

El talud que separa la historia de Sant Isidre

Sant Isidre se configuró a principios del siglo XX de manera ciertamente peculiar. El primitivo núcleo fundacional creció con forma de arquitectura urbana, es decir, un grupo de viviendas entre medianeras dispuestas en un entorno rural. Su peculiaridad, le valió la catalogación de Bien de Relevancia Local. Curiosamente, lo que en cierta manera destrozó la continuidad de este incipiente núcleo, es decir, la construcción del Plan Sur, actuó de salvaguarda inesperada de este conjunto casas y su iglesia.

Entre el nuevo cauce del río Turia y el enorme talud que se construyó para la línea de Cercanías y su estación, se encuentra este conjunto protegido. Tanto las casas como la iglesia de Sant Isidre fueron edificadas entre 1900 y 1930, a excepción de un par de ellas, que datan del siglo XIX. Un pequeño jardín situado frente a las viviendas actúa como barrera verde natural para mitigar los ruidos que provocan los trenes y el continuo paso de autobuses, ya que las cocheras de la EMT se encuentran a continuación.

En la calle Sant Isidre la vida discurre a otro ritmo, alejada totalmente del bullicioso barrio y del acelerado paso de vehículos junto al nuevo cauce. Se respira un fabuloso aroma del pasado. La pena es que al otro lado del talud la vida era exactamente igual, pero el grupo de viviendas de la calle Pau no ha tenido tanta suerte. En 2002 se proyectó un PAI que, acorde al Plan General de 1988, arrasaba las casas. No tenía en cuenta la singularidad de esta vieja zona de huerta, con su palmeral, sus dos cebolleras, su cooperativa, un pequeño refugio de la Guerra Civil o aquel pozo a que todos acudían a beber por la calidad de su agua. La empresa constructora inició el proceso de compra de casas para desarrollar sus planes, pero el empecinamiento de los vecinos logró que la Generalitat le diera protección ambiental al conjunto. Ahora, paralizado el PAI y a la espera del nuevo PGOU, muchas casas siguen degradas, del palmeral queda bien poco y el olvido amenaza con destruir lo poco que queda.

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