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La trastienda

La campaña, y lo nuestro

La campaña, y lo nuestro

Cibermítines, apariciones estelares en programas populares de variedades y hasta presidentes de gobierno comentando partidos de fútbol en programas deportivos de masas. Son algunas de las novedades a las que nos empieza a acostumbrar el curso político actual, acercándose cada vez más al modelo americano, aquel que empezó marcando la importancia mediática en política en aquel famoso debate televisivo del 26 de septiembre de 1960 donde un Kennedy joven, bien iluminado y enérgico, contrastaba el oscurantismo y vetusto reflejo sudoroso de Nixon y le hizo ganar las elecciones. No hizo falta hablar. La imagen lo decía todo y aquel fenómeno se bautizó como telegenia. Y aquí, en nuestro pequeño espacio, y a nuestra manera, vamos avanzando hacia ese sistema que siempre acaba convirtiéndose en referencia: la mediatización previa a las elecciones y la obsesión por parecer cercano al ciudadano en esta recta final.

Tiempo han tenido los partidos tradicionales de ponerse las pilas para contrarrestar la aparición de nuevas fuerzas con imagen joven y renovada, su práctico uso de las redes sociales y nuevas metodologías de comunicación. Parecen haber aprendido la lección. En Valencia, el PP evitará los locales de gran aforo para mostrar esa cercanía. Y el PSOE, más de lo mismo.

En lo social, y sin dejar las influencias norteamericanas, hemos vivido en menos de dos meses una fiesta como Halloween, el Black Friday ya consolidado y volvemos a la pista de hielo en la Plaza del Ayuntamiento. Decisión menor si la comparamos con la del Ayuntamiento de Barcelona, que de un plumazo se ha ventilado oficialmente la Navidad para pasar a llamarla solsticio de invierno. Con un par.

Mientras seguimos importando sin medida tendencias y comportamientos propios de la sociedad dominante, a todos los niveles, hay ciertas decisiones que parecen contrastar completamente con esta curiosa estadística. Lo autóctono prima para la Concejalía de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Valencia, que ha propuesto tipificar en diferentes jerarquías nuestros parques y jardines, con la intención de recuperar especies propias, incluso respetar, en los más antiguos de la ciudad, el diseño original dentro de las posibilidades. Y hacerlos más prácticos, de forma que los ciudadanos podamos disfrutar de aquellos que por circunstancias pueden visualizarse pero no ser pisados.

No son macromedidas, desde luego, a las que estábamos tan acostumbrados. Mejor. Se acoge con esperanza, y sin radicalismos, la apuesta por lo nuestro. Es importante que este campo no se vea afectado por modas o por medidas más económicas o prácticas, justificadas por el efecto demoledor de la fijación y la obsesión en copiar lo que hace la principal tendencia, por aquello del riesgo de acabar con algo que va más allá de la identidad. Y, claro está, de la ecología en sí misma. La campaña electoral sigue su curso, con la esperanza de que nuestra mente pueda descansar, fijándonos en otras noticias, aunque sea por un momento, de esta cómica y poco provechosa previa a las elecciones. Que lleguen pronto, por favor, antes de que algunos candidatos acaben con parte de su dignidad ante el todo vale con tal de ser más llano y cercano que el contrario. Aunque, como marca la tendencia, todo parece ir a más.

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