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Los contrastes de la ciudad

Alma de pueblo; nueva vida de barrio

La plaza de Benimaclet es el núcleo de uno de los mejores centros históricos que se conservan en el «cap i casal» Los solares de la periferia rompen la armonía del distrito

Alma de pueblo; nueva vida de barrio

Basta con darse un pequeño paseo por Benimaclet para impregnarse de su enorme vitalidad. Conserva uno de los mejores centros históricos del cap i casal, pese a las evidentes agresiones intercaladas entre las típicas viviendas valencianas de dos plantas. Su alma es de pueblo, pero su incansable movimiento diario evoca al ambiente de barrio, con sus pequeños comercios locales o las animadas conversaciones en las esquinas de las calles.

La Plaza de Benimaclet „con la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, de estilo neoclásico „ es el epicentro del antiguo pueblo, anexionado a Valencia a finales del XIX. Logró mantener su estatus de pedanía hasta 1972, cuando definitivamente el cap i casal devoró los últimos coletazos del pueblo. Sin embargo, el alma no se ha perdido. Al contrario de lo que sucede en otros barrios de la ciudad, en Benimaclet todavía se conservan numerosas calles con la trama antigua, con su perfil bajo. Sus bonitas casas de arquitectura tradicional urbana continúan siendo objeto de deseo de los que buscan una vivienda confortable y diferente; algunas conservan la antigua zona de corral, esos magníficos refugios interiores.

La repoblación de los miles de estudiantes que han llegado a Benimaclet ha revitalizado la vida del barrio, pero también ha distorsionado la calma que se vivía antaño en el viejo pueblo, hoy plagado de locales de ocio. Numerosas pancartas se lo recuerdan al visitante.

Conforme te alejas del centro de Benimaclet, la magia va desapareciendo, hasta romperse del todo en la periferia. Los antiguos terrenos de huerta están hoy en manos de grandes constructoras que, ahogadas por la crisis, los han dejado baldíos. El movimiento vecinal ha recuperado en parte algunos solares reconvertidos en huertos urbanos, pero exigen reintegrar el resto de hanegadas hoy perdidas. Todavía se conservan las antiguas acequias; es cuestión de voluntad política que el paisaje cambie su aspecto desolador por otro mucho más esperanzador.

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