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La vida desconocida de la Piquer

Los secretos de Concha

La casa museo de la cantante tiene poca proyección, concebida como simple contenedor de trastos

Los secretos de Concha

Conocí a doña Concha a través de Chimo Romero, valencianista insigne que sabía más sobre la artista que ella misma. Su colección de discos y ediciones raras era tan completa que la propia Piquer le preguntaba cosas desde Madrid. Tenían mucha amistad. Le envié unas poesías y me contestó con un «gràcies bonico» y una foto suya vestida de valenciana, felicitándome el año 1980. Gracias a esto tengo en mi archivo el autográfo de la diva sobre una tarjeta personal.

Doña Concha Piquer vuelve a los escenarios de Valencia en el Teatro Flumen, que conduce la familia Saiz con acierto innegable. Tras el «taquillazo» del «Bodas de Sangre» flamenco nos presentan «Tatuaje» como homenaje amable a la artista, lejos de aquella biografía no autorizada que publicó Martín Plaza en 2001. Es una comedia pensada para su público entregado que deja muy buen sabor de boca.

Aurora Frías, malagueña salerosa, borda el estilo de la cantante, a quien ya interpretó en el espectáculo «Los baúles de la copla» hace unos años. Esta versión es brillante, muy bien construida, y con la aportación inestimable de María José Martos y Tamara Izquierdo. El equipo masculino es óptimo: Vicente Antequera es un gran cantante, el papel se le queda pequeño, y José Saiz hijo sorprende en su múltiples registros, especialmente en su papel de Miguel de Molina. Muy pronto hablaremos más de este joven que de su clásico padre, que además es el director.

Doña Concha es el espejo de la Valencia más genuina. No le busquemos más valenciano que las cuatro frases de «La Maredeueta», pese a que el valenciano fue su idioma materno hasta la adolescencia, cuando se vio obligada a aprender inglés en su precoz viaje a Nueva York en 1922, donde le grabaron las primeras canciones hispanas del cine sonoro. Cinco años después era la número uno en Madrid.

Siempre se pasa de puntillas sobre la pasión que Conchita desató en el maestro Manuel Penella, que actualmente se denominaría pederastia puesto que la niña tenía 13 años cuando la descubrió cantando en el teatro Kursaal y el músico unos 40 años. Incluso se rumoreó que habían tenido un hijo que fue dado en adopción, cosa que nunca se demostró.

En América la joven Conchita iba siempre custodiada por su señora madre, hasta que en 1924 sus hermanas enferman de tifus y la progenitora regresa a España. Concha queda sola y empieza a romper corazones, especialmente de boxeadores. También aprovecha para tomarse sus primeras y únicas fotografías eróticas, actualmente en el Museo del Teatro de Almagro.

Finalmente Concha se lía con un torero, y además casado. Transgresora hasta la médula, sigue adelante con su idilio llegando a tener a su hija Concha Márquez en Buenos Aires, amadrinada por la mítica Eva Perón. Fuma y conduce su propio automóvil. Es una mujer independiente que no teme al «qué dirán».

Tras la guerra civil se convierte en la dama incuestionable. No hay otra como ella. Lleva una vida respetable e intachable según los cánones más estrictos. El vodevil de los años veinte queda muy lejano. En los últimos años se esforzó en impulsar la carrera de su hija, pero su propia sombra era demasiado pesada, a pesar de que vocal y musicalmente Conchita Márquez Piquer era óptima, ya que tuvimos ocasión de escucharla en un concierto y verdaderamente no nos decepcionó.

Quien más sabe en Valencia de doña Concha es Francisco Tadeo Juan, pues sus padres vivían a espaldas de su casa, en la calle Vora Séquia, actualmente dedicada a un retor. Por ello saben que la famosa no nació en la casa donde actualmente la veneramos, sino en una vivienda de la calle Pepita. Luego se fue toda la familia a Benicalap, y después regresaron a la calle Ruaya. La madre de Paco Tadeo, Inés Juan Martínez, tocaba la bandurria en aquellos primeros espectáculos donde Conchita despuntó. Luego se perdieron la pista y los antiguos vecinos se reencontraron en Buenos Aires en 1952, cuando Paco tenía solo 12 años. En poco tiempo Tadeo Juan se convirtió en uno de los mejores pianistas de la época, pero nunca llegaron a tocar juntos.

Valencia la tiene como la más grande, y en honor a esto le dedicó todo el edificio donde la familia Piquer sólo había ocupado un modesto pisito. Sin embargo el local adolece de poca proyección, concebido a la antigua manera de los museos, como simple contenedor de trastos. El nuevo consistorio debería plantearse implantarle una nueva dinámica, misión complicada pero no imposible. Las canciones de la Piquer parecen surgir de un mundo antiguo, pero sus mensajes son bastante vigentes. Habría que conducir este lugar hacia un centro de expresión de creatividad joven que ofreciera nuevas rutas a los jóvenes que no conocieron al personaje.

Sobre su calle en Valencia cabe advertir que se la puso Rincón de Arellano en 1964 con un gran homenaje. Pero en aquellas calendas el lugar era lejano e inhóspito, enmedio de la huerta de Campanar; lejos de su barrio Morvedre de nacimiento o del centro histórico donde hubiera tenido más relevancia.

Cuando vuelva Canal 9 también habrá que pensar en un biopic televisivo como han tenido otras muchas estrellas folclóricas como Lola Flores o Rocío Jurado. En ese sentido la Piquer sí ha sido tratada como valenciana, y por ello no se le ha hecho nada. Ojalá se piense en ella en el futuro y los investigadores rescaten muchos de los secretos que su rutilante carrera todavía encierra.

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