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Un día en la vida

Grandes esperanzas

Cuando el genial escritor británico Charles Dickens escribió «Grandes esperanzas», una de sus más populares novelas y a la vez una de las obras maestras de la literatura universal, no dudó en que ese era el título perfecto para describir la historia del personaje principal, Philip Pirrip. Así, en su novela Dickens narra la vida de un huérfano aprendiz de herrero, cuya principal aspiración vital es convertirse en un noble caballero, describiendo todos los sinsabores de una vida dura, donde nada se conseguía por derecho y las leyes impedían una cómoda prosperidad. Escrita en 1860 en la Gran Bretaña victoriana, cuando la vida valía muy poco o nada, a la mayor parte de las personas, como al personaje Philip Pirrip, solo les quedaba la esperanza en un cambio de suerte, de que el destino no fuera excesivamente duro con ellas.

Hoy, 156 años después y estrenando nuevo año, es momento también de reflexionar que es lo que le pedimos al 2016, y sobretodo que es lo que desde las instancias públicas se les ofrece a esos cientos de miles de Philip Pirrip, que anhelan un año que como mínimo deje atrás ocho años de crisis económica y particularmente los últimos cinco años de recortes que amputaron las posibilidades de una salida social a la situación de paro, desahucios, despidos masivos y cierres de empresas, mientras que con el dinero de todos se rescataba a las mismas entidades financieras que habían provocado el hundimiento del sistema.

En la ciudad de Valencia, como en el resto del país, 2016 será la prueba de que las cosas van cambiando en una dirección totalmente opuesta a la que se implementó durante más de dos décadas, en las que el rumbo de la ciudad fue de espaldas a los intereses de la mayoría de la población, provocando entre otras cosas, una pérdida de control real de la política sobre la economía.

Debe ser por tanto 2016, el año en el que el ayuntamiento tome medidas de choque contra la principal lacra de la crisis que es el paro, a través de políticas públicas de empleo; el año en el que se remunicipalicen los principales servicios públicos del ayuntamiento; el año en el que la movilidad sostenible sea una realidad respaldada por un transporte público que multiplique su actual pírrica oferta; el año en el que se recupere nuestro patrimonio histórico-artístico; el año en el que definitivamente el Cabanyal supere el aislamiento social y urbanístico al que le sometió Rita Barberá; el año en el que se logre, y esta vez de verdad, el cierre del comercio durante los festivos, como un derecho de los trabajadores y para la supervivencia del comercio de proximidad; el año en el que la Dársena interior sea devuelta de verdad a los valencianos con el condonamiento total de la deuda ilegítima heredada del desastre que supuso la Copa del América. Un año, en definitiva, en el que las políticas del PP pasen a la oposición y que los anhelos de cambio refuercen las esperanzas de la gente.

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