Pocos acontecimientos han creado tanta expectación como la Cabalgata de Reyes de 2016, la primera del tripartito. Sobre ella se han creado leyendas urbanas, campañas y hastags referidas a su estructura. Personajes que no están pero que están; caramelos que no hay, pero que hay; carrozas que no se contratan pero que se contratan; entidades que no desfilan porque nunca han desfilado (sólo falta la Policía Nacional, como en Expojove) y, en definitiva, una permanente ceremonia de la confusión que hoy quedará desvelada.

Lo cierto es que, memoria en la mano, el desfile no difiere prácticamente en nada al de años anteriores y será la estética y el tino del mismo lo que decidirá en la masa de infantes y padres si los cambios que se introducen, bajo la coordinación de Rafael Pla «El Gran Fele» han ido a mejor o a peor.

Hay algunos guiños a la ciencia y a la astrología „dícese que los magos eran astrólogos, no en vano se guiaron por una estrella„, como la presencia de un praxinoscopio en la escena de la anunciación. Y algunas reorientaciones de personajes: Herodes será «golpeado» por los niños con «churros» de goma en lugar de desfilar pavoneándose. Hay elementos más cabalgateros, como la mayor inclusión del fuego y otros más navideños, como la actuación de un coro en directo en la escena del Nacimiento. Al acabar el acto, tras ser recibidos por el alcalde Joan Ribó y la fallera mayor infantil, Sofía Soler, habrá subida en la cesta de bomberos, pero no adoración al nacimiento, entre otras cosas, como bien se sabe, porque el belén está en la Plaza de la Reina.

Tribuna para colectivos sociales

Hay otras novedades. Por ejemplo, el reparto de entradas en las tribunas de invitados. Ayer, el ayuntamiento informó que la cuota de compromisos se ha reducido y que las butacas serán ocupadas por diferentes colectivos, como los miembros de la unidad de daño cerebral Hermanas Hospitalarias Nuestra Señora del Carmen; representantes de la Semana Santa Marinera, de la Junta Central Fallera y de la Federación de Asociaciones de Vecinos, con la idea de ir rotando los colectivos beneficiarios en próximos años.

Otra de las novedades es la ausencia, como ha pasado con los circos, de animales «por respeto a su bienestar», que en este acto eran domésticos y de labor. Serán figurantes los que los representarán.

En cualquier caso, el desfile se estructura en tres partes. La primera es la habitual anarquía de colectivos y entidades culturales, sociales, festivas y comerciales, que se pagan su propia carroza (salvo las que paga el ayuntamiento a Cruz Roja, Asociación Española Contra el Cáncer, Unicef y las de las falleras mayores y cortes de honor de 2015, que irán vestidas de princesas). Ahí se arracimarán colectivos tan heterogéneos como el Ateneo Mercantil, Valencia CF, Dormitienda o Nuevo Centro, por poner algunos ejemplos.

Se irán intercalando animaciones (desde dragones chinos a astronautas a bicicletas de época) a música en directo. Es la parte que da volumen al desfile y que, condescendientemente, se le ha bautizado como «El Mundo de la Ilusión».

Después llega el contexto histórico donde, tras animación de fuego, llegarán la carroza de la estrella que da paso a la Anunciación y al «Naixement». En este caso, estará acompañado de un coro infantil que entonará los últimos villancicos de la temporada. Herodes y el Cartero Real, acompañado del Servicio de Correos y Comunicaciones.

El remate es lo más previsible, los reyes, encaramados a sus carrozas, recibiendo el entusiasmo de los más pequeños. A partir de ahí empezará la interminable entrega de juguetes, en el salón de cristal junto al belén. Al día siguiente, la labor de sus majestades concluirá en los hospitales.

Pere Fuset destacaba, a priori, el carácter «participativo» que se pretende dar al cortejo «y que se interactúe con los niños que acudan a verla». A lo que le añadió el toque de ironía: «para ser una cabalgata sin reyes, sin San José, sin carrozas y sin caramelos, creo que cumplirá el cometido de ilusionar a los más pequeños».